Jenaro Villamil
Ni la crisis provocada por el desabasto del huevo o la importación de tortillas, mucho menos la incertidumbre frente al futuro inmediato de la economía ni la lluvia de enfrentamientos violentos en Jalisco o en Guerrero y en el norte del país pueden romper con el optimismo del presidente saliente Felipe Calderón en el ocaso de su sexenio.
En vísperas de su último informe de gobierno, ya está lista la batería de spots e infomerciales para inundarnos con un tsunami de optimismo mediático que contrasta con la realidad que perciben la mayoría de los mexicanos.
La justificación de su sexenio violento no excluye el autoelogio grosero. En uno nos va a decir que por años se dejó crecer la criminalidad; en otro que sus decisiones no fueron por seis años sino para el futuro de México; en otro más que la lucha implicaba riesgos, pero “había que actuar por un país más seguro y más justo”.
En otros reseña sus logros en infraestructura, vivienda y seguridad. Aparecerá en algunas cápsulas hasta por 2 minutos y medio, verdaderas joyas del infomercial.