Homenaje a Monsiváis en Casa de las Américas, Barcelona

Jenaro, en la ofrenda puesta en Casa América, en honor a Monsiváis.
Carlos Monsiváis, el adelantado
Sospecho que el escritor mexicano Carlos Monsiváis es un caso extraño de conquistador que ya intuía y conocía las dimensiones de los territorios imaginarios, intelectuales, culturales y sociales antes de haberlos colonizado plenamente.
El método de conquista de Monsiváis nunca fue la espada y la cruz, sino el humor y la inteligencia; sus colonizados no son esclavos sino interlocutores de un diálogo permanente que él abrió y lo sobrevivirá más allá de su fallecimiento, ocurrido este 19 de junio.
Su conquista plena, en el nuevo territorio europeo y, en especial, en esta ciudad cosmopolita como Barcelona, apenas comienza y crecerá en la medida que su ausencia física engrandece su presencia y sus aportaciones intelectuales. El diálogo monsivaiano transocéanico apenas inicia y bienvenida la iniciativa de la Casa de las Américas, en especial, a Martha Nin, por el esfuerzo de haber organizado este primer evento de homenaje y reconocimiento. Por lo pronto, envió desde el más allá como sus escuderos a un servidor y a Rafael Barajas, el Fisgón, que para nosotros es un honor estar esta tarde con ustedes.
La obra de Carlos Monsiváis tiene una enorme vigencia no sólo para quienes ya conocen sus principales textos en México y en España sino, particularmente, para todas aquellas nuevas generaciones que encontrarán en sus escritos un largo aliento e inspiración solidaria. Para todos aquellos que aún tenemos mucho por descubrir y releer los libros de Monsiváis y sus aportaciones más valiosas.
Es una obra abierta, vital, provocadora, que dialoga con los jóvenes que recientemente marcharon en París; con quienes defienden aquí y en todo el mundo el derecho a ser diferentes, el respeto a sus opciones de vida como gays, lesbianas o transexuales; a quienes batallan por darle acceso a medicamentos, servicios de salud dignos e integridad moral a quienes viven con VIH; para quienes han migrado de sus lugares de origen y enriquecen la cultura de las ciudades donde viven y se niegan a ser el pretexto para campañas de odio xenofóbico; para quienes viven con dignidad la tercera edad y se niegan a ser relegados por las burocracias de los mercados comunes; a quienes pelean por el respeto a la laicidad y están en contra de los prejuicios morales y de los intentos de uniformidad cultural; para los movimientos feministas y medioambientalistas; para quienes ejercen el periodismo crítico, cotidiano; para los insumisos que aún creen y luchan por una izquierda democrática, como en México.
Lástima que no estará presente Monsiváis en el próximo viaje del papa Benedicto XVI a Barcelona. Con toda seguridad, le recordaría al ex responsable del Santo Oficio o de la Congregación para la Doctrina de la Fe que no puede haber coherencia en la doctrina cristiana si se encubre a sacerdotes pederastas, si no se hace justicia a las víctimas que denunciaron los abusos de los Legionarios de Cristo y, en especial, de Marcial Maciel.
Me imagino lo que Monsiváis hubiera escrito en la columna Por Mi Madre Bohemios, que semana a semana, publicamos en la revista Proceso, al leer estas frases del catedrático en Derecho del Trabajo, Francisco Pérez de los Cobos, militante del Partido Popular, y candidato a ministro del Tribunal Constitucional. Dijo Pérez de los Cobos en un libro publicado en 2006:
“No hay en Cataluña un acto político que se precie sin una o varias manifestaciones de onanismo” y que “la única ideología capaz de seguir produciendo pesadillas es el nacionalismo”.
Monsivaís, para documentar nuestro optimismo, le hubiera dicho a Pérez de los Cobos: “señor catedrático, uno ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”. O a través de la R., acrónimo de “La Redacción”, su famoso álter ego, Monsivaís le hubiera escrito: “no hay peor pesadilla que la derecha del autoengaño”.
Como este ejemplo, la obra de Monsiváis tiene una enorme vitalidad por tres razones que quiero reflexionar con ustedes:
a) En primer lugar, no existió para Carlos Monsiváis territorios únicos u ortodoxos para su expresión. Consideraba que la crónica no sólo era un género periodístico sino un vehículo para desplegar sus recursos ensayísticos, su talento literario, su cultura totalizadora, su memoria privilegiada, su extraordinario oído para la poesía y las expresiones populares, su propia capacidad fabuladora y su ironía más cercana a la escuela de Oscar Wilde, uno de sus ejes de inspiración constantes, junto con La Biblia, por paradójico que parezca.
La capacidad de Monsiváis para mezclar esos géneros y esos tonos, incluso rompiendo las reglas estilísticas más rígidas se encuentran con toda claridad en su más reciente libro, Apokalipstick, publicado meses antes de su fallecimiento.
He aquí un pequeño ejemplo en el capítulo “El Rap de las Postrimerías”:
“Ciudad de México: la acumulación de almas, recursos naturales, cuerpos a la deriva, edificios, instituciones, calles sobrepobladas, estadísticas que bien podrían ser predicciones de la migración próxima, la que ya sólo encuentra oportunidades de empleo en el interior de la conciencia…
“Conciencia ciudadana que –no obstante etapas de apatía y cinismo- crece con regularidad, tolerancia que se vuelve un ‘ecosistema’ piscológico, moral y cultural, extravagancias que de tan multiplicadas ya no se divierten, violencia que es consecuencia del capitalismo salvaje, de la naturaleza humana, del neoliberalismo, del tamaño de la urbe y de los roces de la aglomeración…Y lo que desafía las previsiones es la sensación de multitud al acecho (dentro de uno mismo incluso), que transforma las predicciones ominosas en asesinos seriales. A la velocidad de la luz no se observa bien lo dispuesto en la intimidad y a la velocidad de la masificación menos”…. (p. 21).
O esta maravillosa descripción-fabulación y análisis sobre el nuevo lenguaje que es “El Chateo”:
“En internet lo que se da es maravilloso, el esplendor de la mitomanía colectiva. El ligue en el chat, lo que tal vez sea el ‘chateo lúbrico’, es formidable porque los chateadores se enfundan en personalidades descomunales, cualidades físicas, dimensiones inacabables. Como nunca, la gente deposita en el internet la personalidad, el cuerpo, el atractivo, la cantidad de orgasmos por noche que quisiera tener. Y el anonimato facilita las invenciones.
“Antes todos firmaban ‘Pedro Infante’, ahora firman: ‘Hugh Jackman’ o ‘Matt Damon’, y quieren ser aceptados por lo que obviamente no son, y al no tener ya el contexto físico verdadero, el chateo alcanza extremos gloriosos. Es otro modo de reducir la idea del amor a la ‘declaración de los bienes’ que cada uno se hace a sí mismo en función de su fantasía. Si algo logra Internet es dejar al lado la función del amor, porque además, el amor exige imágenes…
“Un ejemplo:
-¿Cómo te llamas?
-Gustavo, y tú?
-Alma Delia, pero todos me dicen María del Carmen.
-¿Y por qué?
-Porque a mi mamá le gustaba el nombre de María del Carmen y estaba muy borracha cuando me llevó al Registro Civil y el juez era muy sordo y me puso Alma Delia, y luego a mi mamá le dio flojera regresar.
-No, yo también me llamo Heriberto, pero mi papá tenía un compadre con ese nombre y mi mamá huyó con él.
-¡Qué mala onda! Te apuesto a que extrañaste vivir sin tu mamá.
-¿Quién no? Pero como dice un profesor que tuve, ya sólo hay familias disfuncionales.¿Pero no vamos a hablar de lo nuestro?
-Pinche avorazado, nomás entras al chateo y ya te pones el condón.
-No hay de mi tamaño.
-Creo que sí, en la tienda de juguetes…” (pp. 355-356).
b) En segundo lugar, la obra de Monsiváis no se explica sin un ingrediente fundamental: su compromiso e interés por divulgar, analizar, apoyar y compartir los movimientos sociales en contraposición con la cultura autoritaria del poder religioso, político, económico, social.
Monsiváis fue siempre de izquierda por convicción y militante sin carnet único. Podía entrar y salir con enorme facilidad de un movimiento a otro, no buscaba liderearlo sino darle una dimensión moral. Se transformó en el divulgador y defensor de los derechos de las minorías. Siendo él mismo parte de una minoría: nació pobre, hijo único, fue protestante en un país de mayoría católica y decidió vivir una opción gay sin etiquetas ni estereotipos en un país donde privaba el machismo, Monsiváis fue el permanente defensor de las minorías.
Para Monsiváis los triunfos y las batallas mejor ganadas por las izquierdas y las minorías fueron las victorias culturales. Para él siempre fue más importante que la homofobia se transformara en un valor negativo y no en un orgullo social. Para Monsiváis, las victorias más importantes del movimiento zapatista del EZLN y del lopezobradorismo, en vigencia, fue la construcción de una nueva dignidad de los que nada tienen, de los que aprendieron a autorganizarse frente a los abusos del poder.
Por ejemplo, así describió en Apokalipstick las aportaciones principales de la Marcha de la Dignidad, encabezada por el zapatismo en 2001:
“-por primera vez en la historia de México una movilización indígena concentra la atención nacional y hasta cierto punto internacional (en América Latina, desde luego, principalmente en Guatemala, El Salvador, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela).
-por vez primera, es genuino el debate sobre los derechos indígenas y no, con blanduras burocráticas, sobre lo que les conviene a ellos, los ajenos a la Patria, los que no son como nosotros, Ellos, los dueños de todo el tiempo del mundo, porque al no caber en nuestro espacio, su tiempo carece de continuidad, del antes y del después.
–por vez primera, una mujer indígena le habla al Congreso de la Unión (algunos se ausentan físicamente, pero todos la escuchan).
–por vez primera, un sector de marginados dispone de una estrategia”.
En contraste, su crítica al discurso justificatorio del poder frente a los abusos y a los agravios cometidos fue una constante. La pluma de Monsiváis fue siempre más poderosa y más dañina para esos políticos e intelectuales que le han rendido pleitesía a la real politik.
Por ejemplo, en su último artículo publicado en el periódico El Universal, titulado “La Sabiduría del Autoengaño”, Monsiváis ironizó así el discurso del ex ministro del Interior mexicano, Fernando Gómez Mont, quien frente a la matanza de unos estudiantes en la ciudad de Monterrey afirmó que desgraciadamente los jóvenes habían estado del “lado bueno” y por eso fueron asesinados, pero que no era responsabilidad del gobierno federal:
“Nada más lógico y a su modo, más eficiente, que la estrategia del autoengaño del gobierno federal. No son los únicos, desde luego, en este laberinto de afirmaciones que parten de la irrealidad y luego se alojan en la realidad más profunda, aquello que habitan los manufactureros de la verdad. Me explico para entenderme. No es que los altos funcionarios (la altura se mide por el salario real, las prestaciones, la importancia que se les concede y el número de fuerzas de seguridad que los acompaña) crean en lo que dicen. Esto sería abusar de su candor. Más bien, el procedimiento va así: el funcionario declara a sabiendas de que nadie lo va a creer, en la ruta hacia la decepción; y luego lee sus propias declaraciones y le encantan. ¿Por qué no se le había ocurrido a él primero. Luego, al verlos reproducidas en los noticieros y en los periódicos, se anima por completo. Vaya que tengo razón, me lo confirma ese alto funcionario que por coincidencia lleva mi nombre”.
3.-El otro gran pilar de la obra de Monsivaís, lo que la hace vigente, moderno y permanente es su enorme gusto por la cultura en general. En sus textos, en su museo, en sus participaciones constantes en el foro público (lo mismo en una conferencia que en un programa de televisión o en algún documental), Monsiváis borraba las fronteras entre la “alta cultura” y la “cultura popular”. Como bien subrayó ayer Juan Villoro, Monsiváis escribía Estudios Culturales antes de que la academia norteamericana creara los Estudios Culturales.
Su interés y pasión iba lo mismo por Pedro Infante que por Tin Tan o Cantinflas, que por poetas como Salvador Novo (inspirador de uno de sus mejores biografías y ensayos literarios que es Lo Marginal en el Centro), por pintores como Francisco Toledo o Frida Khalo y los muralistas mexicanos, que por los grabadores, los caricaturistas, los fotógrafos y los grandes artesanos mexicanos. Buena parte de su colección en el Museo El Estanquillo se debe a la obra de una artista poblana que construyó las maquetas con escenas de la vida cotidiana o los artesanos que trabajan el hueso, las miniaturas, etc. Estaba al tanto de lo mejor de la literatura mexicana que inglesa, norteamericana, española, catalana, rusa o sueca. Su pasión por el cine lo llevaba a ser una biblioteca ambulante de nombres, fechas, escenas, adaptaciones y versiones de películas. Tenía una colección de 5 mil DVD’s al momento de fallecer.
Su erudición no era un pretexto para distanciarse de sus lectores o de sus seguidores. Al contrario, era el contexto, el pegamento esencial para recrear y explicar mejor cada rincón de su pasión fundamental: la Ciudad de México.
Por ejemplo, está el análisis de Monsiváis sobre la Vecindad en la Ciudad de México o sobre los “antros”. Ambos también en el libro Apokalipstick y en Escenas de Pudor y Liviandad.
He aquí un ejemplo:
“Masificación de una especie: los travestis”.
“Si algo manejan con destreza los travestis es su versión de un patrimonio esencial de las mujeres: el triunfo del espectáculo. La meta, se dice, ya no es el ejercicio del dolor y la ternura, o la maternidad ilimitada. Hoy, la mujer más mujer es la que atrae más reflectores, la que no tiene tiempo de estar en la cocina porque ocupa el proscenio. En contra de las suposiciones habituales, los travestis no imitan a la Mujer, esa criatura que desde Eva busca su espacio propio, sino a la Mujer de Éxito, categoría distinta sujeta a las más encomiásticas parodias, creaciones y recreaciones…
“Desde la década de 1980, en todas partes, se masifican los travestis. Se dejan ver en la televisión, en las calles prostituyéndose, en las calles divirtiéndose, en los shows de hoteles, discotecas y cabarets. Y ante tal profusión, la duda se entromete: ¿no será el travestismo de clases populares, por lo demás casi el único que existe, un método de aproximación indirecta a la fama?…
“No siempre ha sido así. En un tiempo, se divinizaron los estilos, y esto explica las imitaciones de Bette Davis o Joan Crawford o Marilyn Monroe. Y los que se vestían de mujeres en el teatro de revista eran multados o detenidos por las autoridades, como le sucedió a la draga más famosa de una época, Shalimar. Luego, al ya permitirse el show travesti en México, se produjo el apego a las divas internacionales, Donna Summer o Madonna o Grace Jones o Gloria Gaynor o Lady Gaga. Eso también cedió el paso a lo nacional en su formato de televisivo, no únicamente las cantantes de ranchero Lola Beltrán y Lucha Villa, de voz subyugante y de guardarropa que invita al modelaje, sino el escaparate de los ídolos en serie. Suplantar o recrear a la hispana Mónica Naranjo, por ejemplo, es trasladarse a la movida madrileña sin moverse del sitio, es apoderarse de los movimientos de las mujeres libres”.
Muchas gracias.