Jenaro Villamil

Imágenes de las cuentas de Twitter de algunos de los posibles contendientes a las elecciones presidenciales de 2012.
Las supersticiones posmodernas avizoran para los crédulos que el 2012 puede ser el año del “fin del mundo”, según las profecías mayas. Para otros, en realidad, la contienda presidencial en México ya apunta hacia otra profecía: el ocaso de los políticos analógicos, acostumbrados a los medios masivos, a la cultura del spot, a los millonarios contratos televisivos (en especial, con Televisa y TV Azteca) y al culto a la imagen telegénica.
Estos candidatos analógicos tendrán que enfrentar una nueva dinámica: la creciente influencia de las audiencias deliberativas, críticas, irónicas, escépticas, suspicaces que se expresan a través de los medios digitales, especialmente las redes sociales, en los blogs, en los medios convergentes (telefonía, internet, televisión) y que acaparan el interés de más del 80 por ciento de los 8 millones de nuevos electores que expresarán en las urnas su voto o su abstención en el 2012.
La nueva dinámica trae sus riesgos. Las redes sociales son susceptibles a la creación de “falsos seguidores” (como en Twitter), a la gestión de popularidades basadas en el infoentretenimiento (como en Facebook, Twitter o Youtube), pero también a intervenciones desde hábiles empresas consultoras o desde redes de cibernautas que, en general, son muy críticos de la clase política.
En otras palabras, la verdadera transición en el 2012 será de atmósfera comunicacional y no de retorno del PRI al poder a través de Enrique Peña Nieto, o la alternancia por la vía del candidato de las izquierdas Andrés Manuel López Obrador o la permanencia del PAN a través de las dos opciones que este partido tiene como las más fuertes: Josefina Vázquez Mota o Ernesto Cordero.
Esta transformación no implica que los periódicos y medios impresos dejarán de influir en la opinión pública. Ahí está el Moreirazo que indica cómo el escándalo del sobrendeudamiento de Coahuila con falsificación de documentos, asunto iniciado por el periódico Reforma, obligó al cambio del dirigente nacional del PRI, Humberto Moreira, muy a pesar de Enrique Peña Nieto.
Tampoco que los medios electrónicos sean desplazados como generadores de altos índices de popularidad. Ahí está el “reencuentro” entre Andrés Manuel López Obrador y Televisa que, con todo y el “beneficio de la duda”, indica que la pantalla de televisión abierta sigue siendo importante para que los aspirantes pueden trasmitir su mensaje de forma masiva. También está la disputa interna en el PAN, el único partido que protagonizará una contienda interna, con una lluvia de spots para posicionar a Vázquez Mota, a Cordero o a Santiago Creel.
Mucho menos que la radio, un medio dinámico, con un impacto claro a nivel regional y nacional, quede en un segundo plano en términos de presencia mediática. El 70 por ciento de las menciones y notas de los candidatos, según las mediciones de empresas como Intelcast o Especialistas en Medios, se expresan en los distintos grupos radiofónicos.
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