Jenaro Villamil
Manuel Cossío Ramos graba sin su permiso unas conversaciones con Saúl Alvídrez, joven de 23 años, estudiante del Tec de Monterrey. Selecciona las partes que le interesan. Descontextualiza la conversación para lograr el objetivo: a través del testimonio de uno de los muchos integrantes del movimiento #YoSoy132 demostrar que los jóvenes que se han movilizado en las últimas semanas son “manipulados” por personajes del perredismo, vinculados a su candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador.
Alvídrez presume, quiere apantallar a su interlocutor. Es una conversación típica de quien desea demostrar su involucramiento y un protagonismo singular en el movimiento que ha generado un interés genuino en la sociedad mexicana. Alvídrez no sospecha que lo están grabando. Mucho menos que habla con un presunto delator.
Cossío Ramos tiene el control y el diseño de la página www.YoSoy132.mx, previamente desautorizada por los representantes de las otras universidades integrantes de la coordinadora del movimiento. Eso no importa. El graba un video para justificar su acción. Es claramente la lectura de un guión o de un teleprompter. ¿Quién se lo dictó? ¿El lo redactó? No lo sabemos.