
Carlos Salinas de Gortari exhibiendo la máscara que #Yosoy132 ha usado en sus protestas. Fotos: Twitter
¿Qué tiene Carlos Salinas que aún despierta una mezcla de fascinación y repudio entre los mexicanos? Es el Innombrable, el Chupacabras, el Mito Genial, la huelga de hambre con agua Evián, el complot perpetuo, el socialité tardío, el Padrino a la mexicana, el titiritero, el manipulador. Es, en buena medida, lo que fue Santa Anna en el siglo XIX: el que siempre retornaba para sacrificar a la patria. En vez de hacerle honores a su pierna, él se erige en guía de los incautos.
Si algo tiene Salinas es una capacidad probada para sobrevivir. Desde los tiempos en que fue secretario de Programación y Presupuesto, en los años agrios del delamadradismo era criticado por ser el artífice de los recortes en la burocracia. Era Salinas Recortari. Rencoroso, nunca perdonó que el Gordo Pesqueira Olea se burlara de sus orejas. Y lo mandó al exilio. Sobrevivió a sus rivales y a la primera gran fractura del PRI en el 87 que desembocó en el aciago fraude de un año después.