Jenaro Villamil

Foto: AP. Fuente: http://www.iol.co.za
“El PRI es un partido plural y diverso. La pluralidad es la esencia de nuestra fortaleza”, declamó Enrique Peña Nieto, con las manos levantadas, frente a una multitud que se cubría de la llovizna.
La contradicción entre las palabras del precandidato único y los hechos que se sucedían como una puesta en escena del gran teatro de carpa que es la política priista no parecían incomodarlo: el mexiquense hablaba de pluralidad y diversidad, pero él es el único dueño de la escena.
Lo apoyaron todos los comités estatales, los seccionales, los de las organizaciones, los sectores (esa herencia del corporativismo añejo), los legisladores y hasta los actores afiliados al PRI. Nadie se salió del guión públicamente. Hasta el gran ausente, Manlio Fabio Beltrones, fue incluido en la república unitaria del hijo predilecto de Atlacomulco.
No es para menos, en el PRI la unidad se confunde con unanimidad. Y en la política del Estado de México, el epicentro de donde surgió el financiamiento, la asesoría y el empuje para que este joven administrador de 45 años llegara a la candidatura tricolor, la unidad es sinónimo de complicidad.