Wikileaks, el año del Tsunami Informativo

Una fascinación e interés mundiales se produjeron este año en torno a las espectaculares y bien sincronizadas filtraciones realizadas por el sitio Wikileaks: primero, en abril de 2010 se conoció el video de 2007 donde soldados estadounidenses asesinan al reportero de la agencia Reuters, Namir Noor Eldeen y a 10 personas más en Irak; el 25 de julio se divulgan 92 mil documentos sobre la guerra de Afganistán, entre 2004 y 2009; el 22 de octubre se realiza “la mayor filtración de documentos clasificados en la historia”, según la BBC británica, con los 391 mil 831 documentos clasificados del Pentágono sobre la guerra de Irak (Irak War Logs); y el 28 de noviembre se difunden una parte de 251 mil 187 cables que enviaron embajadores al Departamento de Estado norteamericano (Cablegate).

A pesar de que sólo se conocen entre el 3 y 4 por ciento de los 251 mil documentos del Cablegate, según declaró Julian Assange a la cadena televisiva Al Jazeera, es claro que con esta fuga de información, Wikileaks  se convirtió en el tema central de todas las redacciones periodísticas y el verdadero dolor de cabeza para la administración de Barak Obama y, en especial, para su secretaria de Estado, Hillary Clinton. El gran imperio quedó desnudado en su visión global del mundo y eso fue replicado en todos los medios.

La fascinación en torno a Wikileaks es creciente. En menos de tres meses, esta palabra tiene 102 millones de menciones en el buscador de Google. La Global Language Monitor (GLM) estableció hace unas semanas que Wikileaks “ha cumplido con los criterios de alcance, profundidad y palabra para ser considerado un término en sí mismo”. Su fundador, Julian Assange, detenido el 7 de diciembre pasado, se ha convertido en un personaje digno de una novela del sueco Stieg Larsson: mezcla de hacker-vengador, activista y sex symbol posmoderno.

Es explicable el tsunami generado por Wikileaks. Sus filtraciones actualizaron dos de las grandes obsesiones en la era de la información, de la informática y de las redes sociales inspiradas en el modelo Web 2.0: la develación de los secretos del poder y los límites a la intimidad.

Nadie ha dicho si lo expresado en los cables de Wikileaks constituye “la verdad” de los hechos, pero ni siquiera el Departamento de Estado norteamericano se ha atrevido a desmentir la autenticidad del contenido de este intercambio de opiniones, espionaje y chismografía.

La filtración no acreditó la veracidad sino la vulnerabilidad de los “secretos de Estado” norteamericanos (primero, con el Pentágono y luego con el Departamento de Estado) y su visión del mundo y de los principales problemas que afectan al Imperio y a los países de la nueva era globalizada.

En buena medida, el Cablegate tiene muchos ingredientes del género del talk show, es decir, del cotilleo, el chisme y las infidencias propias de estos programas de la neotelevisión. Con sentido común extremo, Lula afirmó que el problema no es Wikileaks sino el Departamento de Estado que le pide o permite que circulen ese tipo de correspondencia entre los embajadores de la principal potencia global.

Más allá de las impresiones y deducciones de los diplomáticos norteamericanos, los cables también documentan los niveles de engaño sistemático que mantienen los gobiernos occidentales, con la venia o no de Estados Unidos, frente a los ciudadanos.

Así lo expresó Javier Moreno, director de El País, uno de los cinco grandes periódicos que gestionaron y replicaron el contenido de los cables, en su balance sobre el efecto de Wikileaks:

“El interés global concitado por los papeles de Wikileaks se explica principalmente por una razón muy simple, pero al mismo tiempo muy poderosa: porque revelan de forma exhaustiva, como seguramente no había sucedido jamás, hasta qué grado las clases políticas en las democracias avanzadas de Occidente han estado engañando a sus ciudadanos”(El País, 19 diciembre 2010, p. 6).

El otro ángulo del interés es la confirmación de que Wikileaks forma parte de una tendencia que inició desde mediados de esta década –con Facebook, Twitter, Youtube, Weblog y otros sitios interactivos- que inauguran una nueva etapa y cierran un ciclo.

Lejos de suplantar el periodismo tradicional de medios impresos o electrónicos, Wikileaks lo potencia. Nunca como ahora se reclama una auténtica labor de ensamblaje, de contexto y de mayor investigación sobre todas y cada una de las pistas que aportó este año el sitio de “leaks” (etimológicamente significa “fuga”, “goteo”, “filtración”).

Esta es la labor pendiente, según muchos de los escépticos y entusiastas del fenómeno. El ciclo que se cierra, en buena medida, es el de la era del Watergate y de los Pentagon Papers, divulgados en 1971 por Danie Elisberg, firme defensor de Wikileaks ahora.

Es decir, la época del escándalo político generado por la información documental y oral que depende de una “garganta profunda” o de fuentes personales y confidenciales que compartían los secretos y la intimidad del poder, cede ahora a la divulgación masiva de documentos que merecen una relectura y contraste.

Wikileaks y las variables que se crearán a partir de ahora  no suplantan la labor periodística, pero sí facilitan y aportan muchas pistas. Incluso, pueden ser generadoras de contrainformación. Tampoco borrarán la frivolidad predominante en las redes sociales más consultadas (como Facebook y sus 500 millones de usuarios en todo el mundo), pero abre nuevas posibilidades que de autogestión informativa.

Los Secretos y la Tecnología

El semiólogo italiano, Umberto Eco afirmó hace dos semanas que lo sucedido con Wikileaks es la contraparte de la distopía del Big Brother orwelliano: así como los ciudadanos se han sentido invadidos por el poder intrusivo e invasor, ahora ese mismo poder queda desnudo ante la propia incapacidad de guardar sus secretos.

“Ahora que se ha demostrado que ni siquiera las criptas de los secretos del poder pueden escapar al control de un hacker, la relación de control deja de ser unidireccional y se convierte en circular. El poder controla a cada ciudadano, pero cada ciudadano, al menos el hacker –elegido como vengador del ciudadano- puede conocer todos los secretos del poder”, advierte Eco.

Y en su reflexión final, Eco elabora una síntesis de su tesis sobre la tecnología y la modernidad:

“Yo había tenido ocasión de escribir antes que la tecnología avanza como un cangrejo, es decir, hacia atrás. Un siglo después que el telégrafo sin hilos revolucionara las comunicaciones, Internet ha restablecido un telégrafo con hilos (telefónicos)… No tiene pues nada de sorprendente que la política y las técnicas de comunicación vuelvan a los viejos carruajes”.

¿Esto nos volverá una sociedad mejor informada, hará que el periodismo vuelva a florecer a través de las redes sociales? La pregunta está en el aire.

Parafraseando a Umberto Eco, en este tema existen también apocalípticos e integrados, optimistas en exceso y cautelosos de la vieja guardia.

Isaac Rosa escribió en el diario catalán Público que “la web 2.0 ha dejado de ser cosa de frikis. Ahora bien, de ahí a convertirse en un poder va mucho”. Cauteloso, Rosa advirtió:

“Wikileaks se topó con la prensa tradicional y sus filtros, pero también con la persecución a Assange, nada virtual. En cuanto a las acciones tipo Anonymous son muy llamativas, pero aún hay mucha diferencia entre tumbar la web a ese gobierno, y lo mismo vale para empresas o bancos” (Público, 27 de diciembre 2010).

No será la tecnología en sí misma la que resuelva los dilemas planteados. Tampoco serán los periodistas y menos los grandes imperios mediáticos que han sido gestores y “filtradores” de la filtración misma.

El punto está en las audiencias de las propias redes sociales, en los lectores de los periódicos que han replicado esta información y reclaman más detalles y contexto; en la deliberación que se ha provocado, de una forma mucho más vertiginosa y globalizada que las grandes transmisiones de televisión abierta.

La era de la imagen, centro del poder de la televisión, está cediendo paso a la era que recupera los viejos telegramas, divulgados de manera simultánea a través del internet, y de los audios y videos que ya no son propiedad de las cadenas televisivas sino de los propios usuarios.

Wikileaks, en buena medida, obligará a una alfabetización informática y a una recuperación de los métodos periodísticos tradicionales, con el agregado importante de la convergencia o el triple play.

Censura y Contracensura en Internet

El desafío planteado por Wikileaks también abre las compuertas para la creación de nuevos modelos de censura, autocensura en internet, pero también de antídotos.

Lo más sintomático frente al tsunami ha sido la  pretensión del gobierno de Estados Unidos y del establishment de poder económico o financiero que se siente amenazado de frenar con amenazas, con la acción coercitiva en internet a un modelo que, por definición, es horizontal, autogestivo y fuera de los modelos de control tradicionales.

La gestión del escándalo ha sido torpe y ha arrasado el prestigio de algunos sitios que decidieron cerrar el acceso a las cuentas de Wikileaks, como han sido los casos del servicio Pay Pal y de Amazon.

Frente a estos hechos, Assange ha señalado: “nuestra principal defensa no es la ley, sino la tecnología”. Y en este punto está lo más atrayente del tsunami informativo: ¿cómo frenar o censurar un modelo basado justamente en su capacidad de reinvención?

Frente al 2011, el simple anuncio de que la siguiente ola de filtraciones de Wikileaks está relacionada con una gran institución financiera norteamericana, ha puesto las barbas a remojar al Bank of America, a Citigroup y a otros protagonistas de la crisis global detonada en septiembre de 2008 con la quiebra de Lehman Brothers.

 

 

 

Una respuesta a “Wikileaks, el año del Tsunami Informativo

  1. Definitivamente Wikileaks y por supuesto su creador Julian Assange marcan un parte aguas en las comunicaciones y la información global que no ha sido entendida del todo, es como dice el artículo, lo que vino a cerrar el círculo. A partir de ahora el periodismo será diferente, pues se acabó el dominio absoluto de las grandes cadenas mediáticas que pensaban, hasta antes de Assange, que todo lo tenían controlado. Es el principio del empoderamiento de los usuarios y al mismo tiempo es un reto (una oportunidad) que la gente de la calle debemos aprovechar preparandonos cada día más y siendo siempre solidarios con las causas justas y unidos en la lucha permanente por las Libertades y los Derechos Humanos en todo el mundo
    ¡Felicidades, es un excelente artículo! y ¡Feliz año 2011!

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