“Los que tenían la firma de Gilberto Bosques tenían fe para la vida”, recuerda Concepción Ruiz Funes, una de las refugiadas españolas que llegaron a México, a principios de la década de los cuarenta. Como ella, entre 30 y 40 mil personas fueron salvadas gracias a la intervención del entonces cónsul mexicano en el gobierno francés de la resistencia en Vichy, casi la misma cifra de seres humanos que han muerto en estos años durante la “guerra” contra el narcotráfico del calderonismo.
Prácticamente olvidado como ejemplo para las actuales generaciones, Gilberto Bosques revive en el documentalVisa al Paraíso, dirigido y realizado por Lillian Liberman. Tras varios intentos infructuosos por ser estrenado en la cartelera comercial, a pesar de los múltiples reconocimientos internacionales, Visa al Paraíso se proyectará a partir del 18 de marzo en la Cineteca Nacional durante dos semanas.
En entrevista con Proceso, Liberman advierte que el proyecto lo tuvo “guardado” durante 15 años y en año y medio editó y compiló los últimos testimonios y documentos fílmicos que se presentan en su obra.
Liberman no oculta la fascinación por el personaje que vivió hasta los 100 años, que nunca se afilió al PRI, que recibió múltiples honores en países como Austria –donde una calle en Viena lleva su nombre-, pero fue “congelado” por los gobiernos posteriores a Díaz Ordaz, por su desacuerdo con el rumbo que tomaron los gobiernos priistas. Amigo hasta la muerte del general Lázaro Cárdenas, quien lo envió a Francia con la consigna de rescatar “al mayor número de personas”.
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