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Muere Kadafi en ataque al convoy en que huía de Sirte

AFP y Dpa
Publicado: 20/10/2011 07:44

La Jornada

Foto: AFP

Roma. El coronel Muamar Kadafi murió en la batalla de Sirte, último reducto de sus fuerzas, anunciaron las nuevas autoridades libias, que proclamaron la «liberación» total del país norafricano tras ocho meses de sangrientos enfrentamientos.

«Le anunciamos al mundo que Kadafi murió a manos de los revolucionarios», dijo el portavoz del Consejo Nacional de Transición (CNT), Abdel Hafez Ghoga.

«Es un momento histórico, es el fin de la tiranía y de la dictadura. Kadafi cumplió su destino», agregó.

La cadena de televisión Al Jazeera en inglés emitió este jueves lo que dijo que era una imagen exclusiva que muestra claramente el cuerpo del derrocado líder libio Muamar Kadafi siendo arrastrado en una calle por rebeldes.

La imagen mostró el cuerpo semidesnudo de Kadafi mientras le quitaban la camisa. Su cara estaba roja y cubierta de sangre y tenía un orificio de bala en un lado de la cabeza.

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Medio Oriente: el mito del efecto dominó

Robert Fisk

Muamar Kadafi durante una reunión de la FAO en Roma, el 16 de noviembre de 2009. Foto: Reuters. Imagen: jornada.unam.mx

Los potentados y tiranos árabes sobrevivientes han pasado una segunda noche de insomnio. ¿En cuánto tiempo los liberadores de Trípoli se metamorfosearán en los liberadores de Damasco y Alepo y Homs? ¿O de Ammán? ¿O de Jerusalén? ¿O de Bahrein o Riad? No es lo mismo, claro.

La primavera-verano-otoño árabe no sólo ha demostrado que las viejas fronteras coloniales permanecen invioladas –espantoso tributo al imperialismo, supongo–, sino también que cada revolución tiene características propias. Ya lo dijo Saif Kadafi al principio de su propia caída: “Libia no es Túnez… será una guerra civil. Habrá baño de sangre en las calles”. Y así fue.

Miremos en la bola de cristal. Libia será una superpotencia de Medio Oriente –a menos que impongamos una ocupación económica como precio del bombardeo “liberador” de la OTAN– y menos africana, más árabe ahora que la obsesión de Kadafi con África central y austral ha desaparecido. Puede que infecte a Argelia y Marruecos con sus libertades. Los estados del Golfo estarán felices –hasta cierto punto–, pues la mayoría consideraban a Kadafi mentalmente inestable y maligno. Pero destronar tiranos árabes es un juego peligroso cuando gobernantes árabes no electos se unen a él. ¿Quién recuerda ahora la guerra de 1977, cuando Anuar Sadat mandó sus bombarderos a pulverizar las bases aéreas de Kadafi, las mismas que la OTAN ha estado atacando en los meses pasados, luego que Israel advirtió al presidente egipcio que Kadafi planeaba asesinarlo? Sin embargo, la dictadura de Kadafi sobrevivió a Sadat 30 años.

Como todos los demás, Libia sufrió del cáncer del mundo árabe: la corrupción financiera… y moral. ¿Será diferente el porvenir? Hemos pasado demasiado tiempo ensalzando el valor de los “combatientes por la libertad” de Libia en sus recorridos por el desierto, y demasiado poco examinando la naturaleza de la bestia, el pegajoso Consejo Nacional de Transición (sic), cuyo supuesto líder, Mustafá Abdul Jalil, ha sido incapaz de explicar por qué sus camaradas –y tal vez él mismo– maquinaron el asesinato del comandante de su propio ejército el mes pasado. Ya Occidente ofrece lecciones de democracia a la Nueva Libia, aconsejando con indulgencia a sus líderes no electos cómo evitar el caos que causamos a los iraquíes cuando los “liberamos” hace ocho años. ¿Quién recibirá los sobornos en el nuevo régimen –democrático o no– cuando esté instalado?

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Libia, Crónica Mediática de la Primera Guerra de Obama.

Jenaro Villamil

Nikolas Sarkozy se olvidó por unos minutos de Florence Cassez y de ir cambiando a los miembros de su gabinete. A las 17:45 horas, el mandatario francés  se convirtió en el vocero de una operación multinacional, bautizada con el elegante nombre de Odissey Dawn (Odisea al Amanecer) para encubrir quizá los más de 110 misiles Tomahawk que comenzaron a lanzarse sobre Trípoli y Bengasi en pleno ocaso del régimen de Moamar Kadhafi.

“Intervenimos hoy en Libia, bajo el mandato del Consejo de Seguridad de la ONU, con nuestros aliados, y especialmente con nuestros aliados árabes. Y lo hacemos para proteger a la población civil de la locura criminal de un régimen que, asesinado a su propio pueblo, ha perdido toda su legitimidad”, afirmó Sarkozy en el discurso que abrió el fuego. El derechista Le Figaro editorializó así: “Francia golpea a la primera”.

Sarkozy dio la apariencia de ser el comandante en jefe de esta operación mediáticamente sincronizada en las grandes cadenas televisivas occidentales: CNN, BBC, FoxNews, etc. Las imágenes de fuegos artificiales, las frases de que se trataba de una “operación quirúrgica” trataban de encubrir que esta operación traería más muertos a los sumados por la represión de Kadhafi.

Pero pronto se supo que el verdadero comando de esta nueva guerra en el Mediterráneo no está en París sino en la ciudad alemana de Stuttgart, un sitio boscoso, donde años atrás los aliados firmaron un tratado para repartirse lo que quedaba de Alemania tras las cenizas del régimen nazi.

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