Existen suficientes muestras del descontento de Televisa y TV Azteca, los señores feudales del espectro radioeléctrico, frente a la reforma electoral del 2007. Desde entonces, decidieron enfrentarse al sistema político en un ensayo de golpismo televisivo, a la usanza de dictaduras militares.
Con su ejército de comentaristas, comentócratas y periodistas dóciles al guión se enfrentaron en el Senado a los legisladores. Después desafiaron al IFE y a los partidos. Hipócritas, como siempre, al mismo tiempo que criticaban “la partidocracia” promovieron a empleados, hijos, hermanas y especialistas afines a sus intereses para que formaran parte de la telebancada. Desde 2009 y más en 2012, la telebancada está en varios partidos.
En vísperas de las elecciones presidenciales del 2012, arreciaron sus ataques a un IFE debilitado y promovieron en el Congreso una contrarreforma en medio de su apoyo explícito y mutuo a Enrique Peña Nieto y a Josefina Vázquez Mota.
No es casual esta “alianza” masoquista. Tanto Peña Nieto como Vázquez Mota se comprometieron ante los concesionarios a cambiar la reforma electoral del 2007. La razón del descontento de las televisoras es muy simple: perdieron 3,500 millones de pesos en el mercado de la compra-venta de spots que ahora deben ser utilizados en los tiempos del Estado.
Astutos y conscientes de la impunidad que han tenido durante la última década, Televisa y TV Azteca decidieron desafiar a la autoridad electoral y a la Constitución misma negándose a transmitir el próximo debate entre los candidatos presidenciales, previsto para el domingo 6 de mayo.
El pretexto es el fútbol. La industria y el negocio del balompié mexicano no sólo están dominados y sojuzgados por los intereses del duopolio televisivo. La propia Federación Mexicana de Futbol se ha convertido en rehén de Televisa y TV Azteca. Lo que menos les interesa son los aficionados o las audiencias. Su interés es convertir el futbol en un negocio alterno con los gobiernos de los estados –la mayoría priistas- para resarcir lo perdido con la hipercomercialización de las campañas políticas.
Así lo escribió Roberto Zamarripa en su artículo “Liga de la Indecencia”, publicado en Reforma, el lunes 30 de abril:
Sigue leyendo.