Jenaro Villamil
El mediodía del jueves 23 de octubre de 2008, más de ciento cincuenta elementos de la Policía Federal, armados con escudos, toletes, gases lacrimógenos y algunos con pistolas ingresaron a la sede alterna del Senado de la República, en el piso 5 de la Torre del Caballito, donde se discutía el polémico dictamen sobre la reforma energética, para sacar a los “diputados revoltosos” que reclamaban suspender la sesión.
Dirigidos desde una esquina por Genaro García Luna, su jefe, los policías federales ingresaron al recinto. Sacaron a golpes a los diputados federales perredistas Alejandro Sánchez Camacho, Pablo Arreola, Gerardo Villanueva. Arrastraron a las legisladoras Aleida Alavez, con dos meses de embarazo, a Valentina Batres, a Layda Sansores. Todos del PRD y del PT, integrantes del movimiento opositor a la reforma que encabezaba Andrés Manuel López Obrador.
La mirada fría de García Luna observó y dirigió todo el operativo. Lo acompañaban dos subsecretarios. No se inmutó cuando en una esquina del pasillo quedaron atrapadas entre las filas de los policías y sus escudos, las senadoras Yeidckol Polevnsky y Rosario Ibarra de Piedra, quienes no podían entrar al salón de sesiones. Impasible, García Luna escuchaba los gritos de “¡No seas represor!”, “¡Déjalas entrar!” que lanzábamos varios de los reporteros presentes.