Jenaro Villamil

Eruviel Ávila y Alfredo del Mazo Maza. Imagen: eluniversal.com.mx
La noche del viernes 25 de marzo, Enrique Peña Nieto convocó a los cinco principales precandidatos a sucederlo a una “cena de unidad” en la Casa de Gobierno de Toluca. Todos los signos emitidos desde el corazón del grupo Altacomulco indicaban que el “destape” beneficiaría a Alfredo del Mazo Maza, primo en tercer grado del actual mandatario, alcalde de Huixquilucan, joven y Golden Boy como Peña Nieto.
Horas antes, Luis Videgaray y Ernesto Némer, dos poderosos contendientes, habían declinado a sus aspiraciones. Sólo Eruviel Avila, alcalde de Ecatepec, y Ricardo Aguilar, dirigente estatal del PRI, se mantenían en la ambigüedad.
En esa reunión, Peña Nieto llenó de halagos a la quinteta de sus sucesores. La alcaldesa de Naucalpan, Azucena Olivares también fue convocada, además del secretario general de Gobierno, Luis Enrique Miranda Nava, quien jugó un papel mucho más activo en la sucesión del que se vio públicamente.
Peña Nieto reiteró que en este proceso no debería haber “ni Malovas ni Aguirres” (en clara referencia, a las defecciones priistas en Sinaloa y Guerrero) e indicó que “el partido” se inclinaba por el alcalde de Ecatepec, Eruivel Avila, un hombre que representaba la antítesis del modelo de los Golden Boy y, por supuesto, ajeno a la dinastía Del Mazo que buscaba en esta contienda su tercera gubernatura.