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Infoentretenimiento, lo más visto en Facebook y Twitter en 2011

Jenaro Villamil

El embarazo de Beyoncé y la muerte de Osama Bin Laden, entre lo más buscado este 2011.

La ejecución de Osama Bin Laden, líder de Al Qaeda y la muerte de Steve Jobs, en el caso de Facebook, así como el embarazo de la cantante Beyoncé y la final del mundial del futbol soccer femenil entre Estados Unidos y Japón, en el caso de Twitter, fueron los contenidos más vistos a lo largo del 2011 en ambas redes sociales.

Ni los Indignados de Europa ni los mensajes de Occupa Wall Street en Estados Unidos, menos las revueltas árabes desplazaron a los contenidos de gran carga mediática e ideológica a nivel general. El infoentretenimiento surgido en el mismo ciberespacio y en las grandes cadenas televisivas domina aún las redes sociales.

Surgidas en Estados Unidos, los contenidos más vistos en 2011 en ambas redes sociales nos dan una idea de cómo se han utilizado estas dos herramientas. Si bien se han globalizado de manera acelerada, tanto Facebook como Twitter siguen siendo predominantemente norteamericanos.

El informe Memology 2011 de Facebook, la red social con más de 800 millones de usuarios en todo el mundo, indica que la ejecución de Bin Laden (le llaman “muerte” en su guión) fue el evento más compartido por Facebook, ocurrido en mayo de este año.

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Kadafi, el Otoño del Supremo Coronel

Jenaro Villamil

Fuente: thefiscaltimes.com

Nací dos meses después que Moamar Kadafi tomara el poder el 1 de septiembre de 1969 en Libia. A su ascenso se le llamó la “Revolución Verde”. Prometía unir el socialismo con el panarabismo y una peculiar psicodelia que iba desde sus trajes de beduino hasta sus uniformes militares, pasando por su dramático estilo de hablarle al mundo desde ese país feudalizado por décadas de colonialismo italiano.

Una generación de cuarentones nos acostumbramos a ver en Kadafi (nunca hemos podido ponerle la “G” de gato) una mezcla de pop star poshippie con terrorista desalmado que desafió a Ronald Reagan en los ochenta, así como un irascible enemigo de Israel que abruptamente comenzó a servirle a Washington cuando el foco mediático de los tiranos estaba en otro lado.

Kadafi  formó parte de un elenco de “tiranos mediáticos”  o “enemigos de la libertad” que en cuatro décadas prácticamente recorrió todo el espectro de los calificativos occidentales, incluyendo el de “aliado incómodo” en la última guerra del Golfo Pérsico.

Como Kadafi, surgieron los iconos de la anormalidad para la hegemonía de Estados Unidos: el Ayatollah Jomeini, cuya revolución chiita llegó al poder diez años después que la de Kadafi, en 1979, en el antiguo y corrompido reino persa de Reza Palevih, tan frecuentemente cronicado en las páginas de revistas como Vanidades; Saddam Hussein, el viejo aliado de la guerra con la teocracia de Irán y después el “enemigo número uno” de la familia Bush que jugó al Nintendo dos veces en la Casa Blanca, con resultados nefastos para la economía mundial como vemos ahora; en Osama bin Laden, el enigmático y afilado multimillonario saudita entrenado originalmente por la CIA y que en los noventa se convirtió en el más osado y famoso de los terroristas árabes que no encabezaban gobierno alguno sino una red de redes llamada Al Qaeda.

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Diez Herencias del 11-S: Los Libros y la Explicación que no Acaba (Segunda Parte)

Consulta la primera parte aquí.

Jenaro Villamil

A la edad de 35 años, el doctor Aywan Al-Zawahiri ya era un personaje extraordinario que había dedicado la mitad de su vida a la revolución en una célula islamista clandestina, nos cuenta Lawrence Wright en La Torre Elevada, Al Qaeda y los Orígenes del 11-S. Al-Zawahiri fundaría, junto con el hijo de Muhammad bin Awahd bin Laden lo que se convertiría en el organismo terrorista “más buscado del mundo”.

Wright, como decenas de escritores norteamericanos, europeos y árabes se dio a la tarea de ir al origen, a las entrañas de la fundación de Al Qaeda, cuya historia evidentemente no termina con el asesinato de su vocero y financiador más famoso: Osama Bin Laden. Ahí está vivo y activo Al-Zawahiri.

La Torre Elevada, obra ganadora del Premio Pulitzer en 2006 y editada en español hasta 2009, constituye una de las investigaciones más pormenorizadas del núcleo dirigente, de los antecedentes en Egipto, de la extraña relación con el Talibán de Afganistán y, por supuesto, de los intereses y el entramado geopolítico que Washington permitió y nunca previó con suficiente antelación lo que ocurriría antes del ataque del 11 de septiembre.

Otros libros surgidos en esta década constituyen el canon más importante para entender más allá de la “guerra del bien contra el mal”, decretada por George W. Bush, lo que ha sido el desastre diplomático, bélico y de inteligencia más grave de Estados Unidos.

Entre estos libros podemos mencionar también:

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Diez Herencias Mediáticas: a una Década del 11-S (Primera Parte)

Jenaro Villamil

Memorial del 11 de septiembre. Foto: Getty Images. Fuente: cnn.com

1.-El teleataque

-¿Ya viste la televisión? –me comentó un amigo vía telefónica aquella mañana confusa del 11 de septiembre de 2001.

-No, ahora la enciendo.

Sintonicé CNN. En la pantalla había una imagen extraña. Una de las Twin Towers del World Trade Center de  Nueva York estaba incendiándose. Un avión se había estrellado en contra de la mole  diseñada por Minori Yamasaki e inaugurada el 4 de abril de 1973.

Los conductores no alcanzaban a explicar qué estaba sucediendo. Teorizaban en el momento que una segunda aeronave se estampó contra la segunda Torre Gemela. Eran las 8:45 de la mañana.

“¡Es un ataque terrorista!”, alcanzó a especular una de las corresponsales enlazadas a Nueva York. ¿Terrorismo? ¿En Estados Unidos? Los comentaristas comenzaban a mencionar al régimen chiita de Irán, algunos hablaron, incluso, de los rusos, cuando desde una de las torres se lanzaban a l vacío algunas de las más de 3 mil personas que estaban en los edificios a esa hora de la mañana.

El salto al vacío de varios inquilinos desesperados en las Torres Gemelas nos metió a otra dimensión.

La televisión con su capacidad globalizadora, instantánea y simultánea enlazó a todo el mundo ante esas escenas. Estados Unidos, el país televisivo por excelencia, era atacado en vivo, a todo color  y ante la mirada atónita de millones de espectadores.

No era una película, aunque se pareciera a varias producidas por Hollywood en los años anteriores. No era un “puesta en escena” ficticia, aunque la brutal perfección del ataque y su exhibición era el resultado del sueño de todo productor de rating: la sincronía de la muerte, el miedo, el fuego y la arquitectura.

Se incendiaban las Torres Gemelas. Para entonces se sabía que otro avión se estampó en la Casa Blanca y se especulaba que el edificio sede del Pentágono había sido bombardeado. ¿Dónde está George W. Bush?, preguntaban algunos periodistas. El juniorno aparecía. ¿Había muerto? ¿Lo secuestraron?

Y la primera Torre Gemela se derrumbó. En ese momento, más de 120 millones de telespectadores de todo el mundo, observaron que un símbolo se venía abajo y cerca de 3 mil personas morían sin que los bomberos, los cuerpos de protección civil, la policía del país más poderoso del planeta pudieran hacer absolutamente nada.

Esa imagen se repitió más de 600 veces, tan sólo el 11 de septiembre, en CNN. Y se replicó en las otras grandes cadenas televisivas globales.

Voluntaria o involuntariamente, las empresas televisivas occidentales lograron lo que el cerebro de esa operación soñó en sus elucubraciones de guerrillero millonario: humillar la grandeza de Estados Unidos con el derrumbe de dos íconos neoyorquinos inconfundibles.

No empezaba sólo la “guerra contra el terrorismo” de este mileno. Iniciaba una nueva era televisiva y culminaba otra. ¿Hacia dónde iba? Eran preguntas que nadie podía responder mientras comenzábamos a entender y a saber escribir dos nombres: Al Qaeda y Osama bin Laden.

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Si esta es una victoria de EU, ¿sus fuerzas deben irse a casa?

Entonces ¿por qué seguimos en Afganistán? ¿No se supone que estadunidenses y británicos llegaron ahí en 2001 para combatir a Osama Bin Laden? ¿No lo mataron el pasado lunes?

Hubo un doloroso simbolismo en los ataques aéreos de la OTAN de este martes: apenas 24 horas después de la muerte de Bin Laden, se produjo una agresión que mató de paso a un número no determinado de guardias de seguridad afganos.

La verdad es que desde hace mucho perdimos nuestro mausoleo en el cementerio de los imperios, al convertir la cacería del hoy irrelevante inventor de una yihad global en una guerra contra decenas de miles de insurgentes talibán a quienes poco les importa Al Qaeda, pero que con mucho entusiasmo quieren sacar de su país a los ejércitos occidentales.

Las cándidas esperanzas del presidente afgano, Hamid Karzai, y de la secretaria estadunidense de Estado, Hillary Clinton, en el sentido de que ahora, tras la muerte de Bin Laden, el talibán se convertirá en un grupo de apacibles demócratas que obedecerán dócilmente al gobierno corrupto y pro occidental afgano nos demuestra lo poco que estas personalidades entienden de la sangrienta realidad del país. Algunos miembros del talibán admiraban a Bin Laden, pero no lo querían, y él no participó en su campaña contra la OTAN. El mulá Omar, quien está en Afganistán, es más peligroso que Bin Laden para Occidente y nadie lo ha matado.

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Un guerrero superado por la historia

La Jornada

Robert Fisk

El FBI anunció ayer en su página de Internet que el líder de Al Qaeda está muerto. Foto: Reuters. Imagen: jornada.unam.mx

Un don nadie de mediana edad, un fracasado político, rebasado por la historia –por los millones de árabes que exigen libertad y democracia en Medio Oriente–, murió en Pakistán este domingo. Y el mundo enloqueció. No bien había salido de presentarnos una copia de su certificado de nacimiento, el presidente estadunidense apareció en medio de la noche para ofrecernos en vivo un certificado de la muerte de Osama Bin Laden, abatido en una ciudad bautizada en honor de un mayor del ejército del viejo imperio británico. Un solo tiro en la cabeza, nos dicen. Pero ¿y el vuelo secreto del cuerpo a Afganistán, y el igualmente secreto sepelio en el mar?

La extraña forma en que se deshicieron del cuerpo –nada de santuarios, por favor– fue casi tan grotesca como el hombre y su perversa organización.

Los estadunidenses estaban ebrios de alegría. David Cameron lo llamó “un enorme paso adelante”. India lo describió como “un hito victorioso”. “Un triunfo resonante”, alardeó el primer ministro israelí Netanyahu. Pero, luego de 3 mil estadunidenses asesinados el 9/11, incontables más en Medio Oriente, hasta medio millón de víctimas mortales en Irak y Afganistán y 10 años empeñados en la búsqueda de Bin Laden, oremos por no tener más “triunfos resonantes”.

¿Ataques en represalia? Tal vez ocurran, de los grupúsculos en Occidente que no tienen contacto directo con Al Qaeda. A no dudarlo, alguien sueña ya con una “brigada del mártir Osama Bin Laden”. Tal vez en Afganistán, entre los talibanes. Pero las revoluciones de masas de los cuatro meses pasados en el mundo árabe significan que Al Qaeda ya estaba políticamente muerta. Bin Laden dijo al mundo –de hecho me lo dijo en persona– que quería destruir los regímenes pro occidentales en el mundo árabe, las dictaduras de los Mubaraks y los Ben Alís. Quería crear un nuevo califato islámico. Pero en estos meses pasados, millones de árabes musulmanes se levantaron, dispuestos al martirio, pero no por el islam, sino por democracia y libertad. Bin Laden no echó a los tiranos: fue la gente. Y la gente no quería un califa.

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Bin Laden y Juan Pablo II, dos Iconos y su Geopolítica

Imagen: Imagen: http://sdpnoticias.com/

A las 22 horas del 1 de mayo comenzaron a circular las versiones en agencias informativas y redes sociales sobre el asesinato de Osama Bin Laden, quien habría sido liquidado en su refugio de Pakistán por elementos del ejército norteamericano y tras una labor de seguimiento de la CIA. Hoy sabemos que hubo un delator de su círculo cercano.

Desde ese momento, no hubo otra noticia en los principales canales occidentales y árabes (Al Jazeera ganó en varios enfoques a CNN y a BBC), salvo en el caso de los canales de mayor audiencia mexicanos que, impasibles, no cambiaron su agenda de infoentretenimiento y deportes.

El anuncio de la eliminación de Bin Laden sepultó de golpe las horas de transmisión desde El Vaticano sobre la beatificación de Juan Pablo II. La pomposa ceremonia desde la plaza de San Pedro, con más de 1 millón de asistentes, según las fuentes de los medios europeos, quedaron como si fuera una misa de la mañana frente a la trama geopolítica de la noche.

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La muerte de Osama Bin Laden o la noticia que se le adelantó a Obama

#Trending Topics

 por Arturo Loría

Tweet de Keith Urbahn al que se le atribuye haber "encendido la mecha" en Twitter, horas antes de que el Presidente Barack Obama hiciera su anuncio oficial.

Pocos eventos han marcado la historia del nuevo milenio como la caída de las Torres Gemelas de Nueva York ocurrida el 11 de septiembre de 2001. El vuelo 175 de United Airlines estrellándose contra la torre sur es, quizás, una de las imágenes más impactantes de nuestra historia.

Las posteriores escenas de George Bush declarando la Guerra contra el terror hacían sonar un nombre en particular: Osama Bin Laden, líder de la organización terrorista Al-Qaeda quien, según anunció ayer el presidente estadounidense Barack Obama, murió ayer tras un ataque aereo.

La noticia de que el terrorista más buscado en el planeta había sido asesinado incendió las redes sociales con comentarios y, de hecho, fue a través de este espacio que el mundo se enteró del rumor que, a las 23:35 horas del domingo 1º de mayo, el presidente Barack Obama confirmaría en un comunicado televisivo.

De acuerdo al periódico The New York Times, el encargado de prender la mecha de Twitter fue Keith Urbahn, jefe del equipo de empleados del antiguo secretario de defensa Donald Rumsfeld, quien alrededor de las 10:25 de la noche twitteó: “Una fuente confiable me ha dicho que asesinaron a Osama Bin Laden”.

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Encuesta de la semana

La Muerte Mediática de Bin Laden y la Trama de Al Qaeda

Jenaro Villamil

Imagen: bbc.co.uk

La noticia corrió como reguero de pólvora en los medios occidentales la noche del 1 de mayo. De golpe, Barack Obama al confirmar la muerte de Osama Bin Laden sepultó la larga jornada de alabanzas y reiteradas imágenes sobre la beatificación de Juan Pablo II. Las dos grandes religiones –islamismo y cristianismo- confrontadas en la escena mediática, pero ahora con el ingrediente del recuerdo de los atentados del 11-S, que para el imaginario norteamericano seguirá representando una dura afrenta en su orgullo imperial.

La muerte de Osama Bin Laden cierra un capítulo de esta historia, pero no concluye lo que en distintas investigaciones periodísticas se ha realizado sobre tres grandes ejes de este episodio:

1.-El futuro de Al Qaeda. El surgimiento y la operación de esta red de células autónomas –a la usanza de una franquicia estilo Mc Donalds- está extraordinariamente descrito, a detalle, en el libro La Torre Elevada, Al Qaeda y los Orígenes del 11-S, una investigación de Lawrence Wright que mereció el Permio Pulitzer. ¿Realmente se debilita esta trasnacional del terrorismo y el fanatismo tras la muerte de Bin Laden?

2.-El papel de la CIA. Los cables informativos y le propio discurso de Barack Obama insistieron en reivindicar el papel de la agencia de espionaje más famosa, pero más fallida de la historia norteamericana. Las múltiples dudas sobre los errores, las complicidades y la falta de una estrategia preventiva frente a los ataques terroristas están planteadas en el libro Legado de Cenizas, la Historia de la CIA, libro de Tim Weiner, también ganador del Premio Pulitzer. Las pistas de este fracaso siguen abiertas.

3.-La invasión a Afganistán y a Irak. Existen numerosos y extraordinarios libros, especialmente los del periodista irlandés Robert Fisk, colaborador de The Independent, surgidos a raíz de las dos grandes invasiones del gobierno de George W. Bush bajo el pretexto de responder al “golpe” del 11-S. La vietnamización de ambas invasiones es un hecho que persigue como sombra a la administración demócrata de Barack Obama. Con las recientes revelaciones de los cables de Wikileaks sobre las torturas en la cárcel de Guantánamo, vale la pena releer no sólo la obra de Fisk sino también Obediencia Debida, un compendio de los artículos de Seymour M. Hersh, colaborador de The New Yorker.

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