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El Otoño de la Primavera Arabe…y Mexicana

Jenaro Villamil

Libios se reúnen en el frigorífico que guarda el cadáver del dictador Muamar Kadafi. Foto: Saad Shalash/Reuters. Fuente: latimes.com

Nadie sabe para quién se rebela. O, mejor dicho, no son las fuerzas más democráticas sino las mejor organizadas las que capitalizan las revueltas sociales que derrumban tiranías. Esta reflexión viene a cuento por dos hechos coincidentes y sintomáticos: no terminaba el desfile tanático en el frigorífico libio donde estaban el cadáver de Moamar Khadafi y su hijo, y en Túnez, epicentro de la llamada Primavera Arabe que derrumbó al dictador Ben Ali, el grupo islámico radical En Nahda ganó las primeras elecciones libres, desde 1956, con el 40 por ciento de los votos.

Lo sucedido en Túnez es el espejo del avance de los Hermanos Musulmanes en Egipto, país que derrocó al régimen de Hosni Mubarak tras las sorprendentes movilizaciones de inicio de 2011. Ahí también fueron los grupos del islamismo radical los que capitalizaron, junto con una junta militar provisional, la irrupción de cientos de miles de jóvenes que se rebelaron contra la cleptocracia.

Para que no hubiera duda que tras el derrumbe de una dictadura no siempre ganan las fuerzas más proclives a la tolerancia y a la pluralidad, en Egipto la minoría cristiana copta ha sido protagonista de una persecución y represión sangrienta.

Algo muy similar también a lo que está sucediendo en Libia. La tiranía de Khadafi cayó tras cuatro décadas de represión, falta de libertad de organización y de expresión, pero los rebeldes apadrinados por la OTAN han iniciado una especie de Fuenteovejuna que no se limita a la familia del autócrata sino a decenas de supuestos integrantes del khadafismo que son asesinados, reprimidos, linchados. La fuerza del resentimiento no siembra primaveras sino que cosecha otoños autoritarios.

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Muere Kadafi en ataque al convoy en que huía de Sirte

AFP y Dpa
Publicado: 20/10/2011 07:44

La Jornada

Foto: AFP

Roma. El coronel Muamar Kadafi murió en la batalla de Sirte, último reducto de sus fuerzas, anunciaron las nuevas autoridades libias, que proclamaron la «liberación» total del país norafricano tras ocho meses de sangrientos enfrentamientos.

«Le anunciamos al mundo que Kadafi murió a manos de los revolucionarios», dijo el portavoz del Consejo Nacional de Transición (CNT), Abdel Hafez Ghoga.

«Es un momento histórico, es el fin de la tiranía y de la dictadura. Kadafi cumplió su destino», agregó.

La cadena de televisión Al Jazeera en inglés emitió este jueves lo que dijo que era una imagen exclusiva que muestra claramente el cuerpo del derrocado líder libio Muamar Kadafi siendo arrastrado en una calle por rebeldes.

La imagen mostró el cuerpo semidesnudo de Kadafi mientras le quitaban la camisa. Su cara estaba roja y cubierta de sangre y tenía un orificio de bala en un lado de la cabeza.

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Dudas frente a la Cobertura Informativa sobre Libia

La cobertura mediática internacional, en general, concentra la atención en la figura de Muammar Al Gaddafi y de sus hijos, con lo cual se ignora los mayores problemas que están viviéndose en Libia en estos momentos, señaló Jenaro Villamil, periodista de la revista mexicana Proceso. teleSUR

Medio Oriente: el mito del efecto dominó

Robert Fisk

Muamar Kadafi durante una reunión de la FAO en Roma, el 16 de noviembre de 2009. Foto: Reuters. Imagen: jornada.unam.mx

Los potentados y tiranos árabes sobrevivientes han pasado una segunda noche de insomnio. ¿En cuánto tiempo los liberadores de Trípoli se metamorfosearán en los liberadores de Damasco y Alepo y Homs? ¿O de Ammán? ¿O de Jerusalén? ¿O de Bahrein o Riad? No es lo mismo, claro.

La primavera-verano-otoño árabe no sólo ha demostrado que las viejas fronteras coloniales permanecen invioladas –espantoso tributo al imperialismo, supongo–, sino también que cada revolución tiene características propias. Ya lo dijo Saif Kadafi al principio de su propia caída: “Libia no es Túnez… será una guerra civil. Habrá baño de sangre en las calles”. Y así fue.

Miremos en la bola de cristal. Libia será una superpotencia de Medio Oriente –a menos que impongamos una ocupación económica como precio del bombardeo “liberador” de la OTAN– y menos africana, más árabe ahora que la obsesión de Kadafi con África central y austral ha desaparecido. Puede que infecte a Argelia y Marruecos con sus libertades. Los estados del Golfo estarán felices –hasta cierto punto–, pues la mayoría consideraban a Kadafi mentalmente inestable y maligno. Pero destronar tiranos árabes es un juego peligroso cuando gobernantes árabes no electos se unen a él. ¿Quién recuerda ahora la guerra de 1977, cuando Anuar Sadat mandó sus bombarderos a pulverizar las bases aéreas de Kadafi, las mismas que la OTAN ha estado atacando en los meses pasados, luego que Israel advirtió al presidente egipcio que Kadafi planeaba asesinarlo? Sin embargo, la dictadura de Kadafi sobrevivió a Sadat 30 años.

Como todos los demás, Libia sufrió del cáncer del mundo árabe: la corrupción financiera… y moral. ¿Será diferente el porvenir? Hemos pasado demasiado tiempo ensalzando el valor de los “combatientes por la libertad” de Libia en sus recorridos por el desierto, y demasiado poco examinando la naturaleza de la bestia, el pegajoso Consejo Nacional de Transición (sic), cuyo supuesto líder, Mustafá Abdul Jalil, ha sido incapaz de explicar por qué sus camaradas –y tal vez él mismo– maquinaron el asesinato del comandante de su propio ejército el mes pasado. Ya Occidente ofrece lecciones de democracia a la Nueva Libia, aconsejando con indulgencia a sus líderes no electos cómo evitar el caos que causamos a los iraquíes cuando los “liberamos” hace ocho años. ¿Quién recibirá los sobornos en el nuevo régimen –democrático o no– cuando esté instalado?

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