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Atenco, Ibero y la Primavera Mexicana en 2012

Jenaro Villamil

Estudiantes de la Ibero a la llegada de Peña Nieto. Foto: Notimex

Hace seis años exactamente, mayo 2006, Enrique Peña Nieto demostró la mano dura detrás de su gobierno de “compromisos cumplidos”. Ordenó la represión al movimiento de San Salvador Atenco, opositor a la construcción del aeropuerto en Texcoco, gran negocio de su tío Arturo Montiel. En esa jornada de protestas, el estudiante Alexis Benhumea murió tras un granadazo de los mismos policías que catearon y abusaron de decenas de mujeres de Atenco.

Recuerdo el dolor y la rabia contenida de decenas de compañeros de Alexis que acudieron a su funeral, en la Colonia Roma. Eran estudiantes de la Iberoamericana, de la UNAM, compañeros de danza de Benhumea, activistas jóvenes, familiares. La impunidad selló aquel episodio. Pero los compañeros de Alexis no olvidaron. Tampoco los familiares de las mujeres que fueron víctimas del abuso policiaco consentido desde la Casa de Gobierno de Toluca.

Un sexenio después, el viernes 11 de mayo, cuando Peña Nieto finalmente visitó el recinto de la Universidad Iberoamericana, en Santa Fe, quienes no olvidaron recordaron el episodio de Atenco. La universidad de tradición jesuita siempre ha tenido un compromiso con la defensa de los derechos humanos, con la crítica a los abusos de poder, a pesar de ser un centro académico para jóvenes de mayor poder adquisitivo que el promedio.

Casi al finalizar su intervención, en un auditorio “sembrado” convenientemente de @ectivistas, los integrantes del acarreo digital del peñismo, los jóvenes de la Ibero increparon al mexiquense sobre la represeión en Atenco. Peña Nieto finalmente respondió:

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Montiel-Peña Nieto, Coflictos Privados, Crisis Pública

Jenaro Villamil

A Arturo Montiel y a Enrique Peña Nieto no sólo los une el origen común en Atlacomulco, su paso como gobernadores del Estado de México, su presunto parentesco, sus aspiraciones presidenciales (frustrado como candidato el primero y ahora precandidato único el segundo) y las sospechas de complicidad en varios expedientes polémicos en la administración de la entidad más poblada del país.

Ahora también los une el desarreglo desde el frente privado, marital y extramarital. En ambos casos rebasó el terreno de lo íntimo porque ya se ventilaron de manera pública. Peor aún: los dos apuntan a una crisis pública en la campaña presidencial del PRI, tanto o más grave que la ruptura de Elba Esther Gordillo con el PRI o los errores y dislates cometidos por Peña Nieto y señalados en las redes públicas.

Ya no hablamos de un reality show o de una telenovela producida desde los estudios de Televisa y sus asesores mercadológicos, especialistas en “control de daños”. Ahora vemos el entrelazamiento de la vida privada con el uso y abuso del poder.

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