Jenaro Villamil
Las biografías de los políticos que están en el candelero suelen ser retratos a modo, pedacerías a conveniencia de los intereses de quienes las promueven o, en el mejor de los casos, relatos insuficientes de sus trayectorias. Lo mismo sucede con Enrique Peña Nieto que con Josefina Vázquez Mota y, en varios casos, con Andrés Manuel López Obrador.
No sucede lo mismo con AMLO, Vida Privada de un Hombre Público, del periodista Jaime Avilés. Testigo y cronista cercano de las primeras batallas del político tabasqueño –desde aquel Exodo por la Democracia en 1992 de Villahermosa a la Ciudad de México- Avilés logra no sólo un ejercicio de acercamiento y descripción del líder más importante de la izquierda mexicana en los últimos quince años sino de las circunstancias que convirtieron a un joven politólogo en un fenómeno de masas.
No son necesarios los adjetivos en la obra de Avilés, autor de libros extraordinarios como La Rebelión de los Maniquíes. Avilés conoce muy bien a López Obrador, pero decide navegar, junto con el lector y el protagonista por las corrientes pantanosas de una trayectoria marcada desde su inicio por la zona chontalpa de su estado, la más pobre, la más olvidada y, al mismo tiempo, la que vio emerger al ex jefe de Gobierno capitalino.
El retrato que va perfilando Avilés tiene un gran guía al estilo de la Divina Comedia que navega desde el inicio junto a López Obrador en los cayucos de la desolación política tabasqueña. Se trata del poeta Carlos Pellicer, el primer personaje que se comprometió con los chontales y que descubrió en el joven de apenas 20 años a un extraordinario líder social en potencia.