
Set en el que se llevará a cabo el día de hoy el debate entre candidatos a la presidencia. Fuente: informador.com.mx
Jenaro Villamil
En “ciento cuarenta caracteres de arrogancia”, como definió Leonardo Valdés, consejero presidente del Instituto Federal Electoral, Ricardo Salinas Pliego lanzó su provocación el 30 de abril pasado, a través de su cuenta de Twitter:
“Si quieren debate, véanlo por Televisa, si no, vean el fútbol por Azteca. Yo les paso los ratings al día siguiente”.
Y salieron ganando él y Emilio Azcárraga Jean, concesionario de Televisa, la única empresa que cuenta con tres cadenas nacionales, especialmente canal 2, con capacidad de llegar a casi la totalidad de los hogares mexicanos. Ni el IFE ni la Secretaría de Gobernación los obligaron a enlazar sus señales para transmitir el debate de los candidatos presidenciales.
El desplante de Salinas Pliego, que generó una airada reacción de los usuarios de Twitter, no era un enfrentamiento con su supuesto competidor, sino de una acción concertada para que ambas televisoras (que dominan el 98 por ciento de las audiencias en televisión abierta) presionaran al IFE a una nueva negociación y, al mismo tiempo, minimizar el impacto del primer debate televisivo entre los cuatro candidatos presidenciales.
Al día siguiente, 1 de mayo, en su columna publicada en la sección de negocios de Reforma, Javier Tejado Dondé, directivo de Televisa, le puso un precio al intercambio: