Jenaro Villamil

Aficionados que asisten al encuentro de fútbol Santos contra Morelia intentan ponerse a salvo tras escucharse ráfagas de armas de fuego durante el juego en el estadio Corona, de Torreón. Foto: EFE/Vanguardia. Fuente: vanguardia.com.mx
El 1 de febrero de 2010 tres balaceras en bares de Torreón, Coahuila provocaron la muerte de 10 personas, 15 heridos y una ola de pánico en esta población lagunera que se ha ido acostumbrando a la zozobra de la violencia. La información se perdió entre las decenas de notas que a diario dan cuenta del clima de descomposición en la ciudad industrial más importante de aquel estado y en el noreste del país atenazado por la guerra entre Zetas, Golfo, policías, militares.
Sin embargo, la noche del sábado 20 de agosto, los nombres del Estadio Corona, del club de fútbol Santos y de Torreón dieron la vuelta al mundo a través de las redes sociales por una balacera que provocó la abrupta interrupción de las transmisiones del partido contra el Morelia.
TV Azteca fue duramente criticada por suspender la señal, ESPN, el canal de deportes de televisión restringida, rompió récords de audiencia al continuar con la transmisión y la Federación Mexicana de Futbol tuvo que dar una conferencia de prensa para no impactar el negocio más importante en las audiencias televisivas.
El término “balacera en Torreón” se convirtió en trending topic en Twitter y tan sólo en Google tiene 207 mil ligas, mientras que en otras redes sociales la discusión alcanzó niveles de ciencia ficción para explicar la existencia de unas “balas perdidas” al interior del estadio.
La estrategia de recuperación de imagen internacional del país, articulada por el gobierno federal, fue la más afectada a raíz del escándalo en la aldea global de los medios. Los 18 minutos de pánico y confusión en el estadio de Torreón sepultaron los spots gubernamentales que en vísperas de V Informe de Gobierno promueven los “logros” en materia de combate al narcotráfico.