Jenaro Villamil
La inevitabilidad del triunfo de Enrique Peña Nieto funcionó en 2011, en las elecciones locales del Estado de México. El candidato del PRI, Eruviel Avila, ganó con un margen tan amplio y aplastante como grande fue el abstencionismo y el ostentoso despilfarro. El “voto más caro del mundo” caracterizó ese proceso previo a los comicios presidenciales de este año.
El objetivo no era demostrar la superioridad de Eruviel Avila sino la invulnerabilidad del aparato que llevó a Peña Nieto ser candidato único del PRI. De ahí a convertirse en el aspirante puntero en las encuestas, la mayoría patrocinada por grupos mediáticos (Televisa, Excélsior, El Universal, El Sol de México) con millonarios acuerdos publicitarios previos con el ex mandatario estatal.
Sin embargo, todo parece apuntar a que el aplastamiento no funcionará este 1 de julio. El escenario ideal para el proyecto Peña Nieto es una victoria electoral con una ventaja mayor a 10 puntos. Esta es la narrativa que nos cuentan esas mismas encuestas, y las opiniones y análisis que funcionan como una especie de nado sincronizado entre los principales columnistas, comentaristas y propagandistas de los medios electrónicos e impresos, relacionados con el peñismo.