Jenaro Villamil
En menos de cinco años, el proyecto de Canal 21, la primera señal pública del Gobierno del Distrito Federal, pasó de ser un ambicioso plan para hacer una “televisión alternativa” a convertirse en una frecuencia clandestina, vergonzosa para Marcelo Ebrard y para su sucesor Miguel Mancera, que la han desmantelado y no quieren echarla a andar, con tal de “no pelearse con Televisa y TV Azteca”.
Justo cuando ahora se discute una reforma constitucional en materia de telecomunicación y radiodifusión en el Congreso de la Unión, el GDF decidió hacer la política del avestruz: agachar la cabeza, evitar el debate en esta materia y preferir el lucimiento del jefe de Gobierno en las señales de Televisa y TVAzteca, como si se decidiera replicar el “modelo Peña Nieto” para impulsar a Miguel Mancera hacia el 2018.