Archivo de la etiqueta: Carlos Monsiváis

Chema Pérez Gay, la generosidad de un erudito

Jenaro Villamil

Jose Maria PereNo hay erudición sin generosidad. Este axioma define bien a José María Pérez Gay, Chema para amigos, alumnos y colegas, quien falleció este domingo nublado de mayo a los 70 años de edad, en compañía de Lilia Rosbach, su inseparable compañera, cómplice y amorosa anfitriona en múltiples tribulaciones.

Pérez Gay fue un germanófilo irredento y un mexicano comprometido con las luces de la Ilustración. Adoraba la lengua de Goethe, fue traductor de su obra, pero también de Thomas Mann, de Franz Kafka, de Robert Musil, Walter Benjamin, Jürgen Habermas y Hans Magnus Enzesnberger.

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De nuevo Monsiváis, la cera y la pluma

Jenaro Villamil

Carlos Monsivais“Una ciudad gobernada por el catálogo de sus virtudes. Ciudad de la solemnidad, ciudad del relajo. Ciudad que no le permite a sus moradores –distritofederalenses, ‘chilangos’-, el derecho psicológico de tutearla, de tenerle confianza después de las diez de la noche…

“Ciudad palimpsesto, la de México lleva, debajo del ropaje cosmopolita, las antiguas vestimentas y costumbres…

“Ciudad altamente politizada: escriba usted un oficio y se le permitirá expresar su adhesión y su amor al régimen, redacte un memorándum con cinco copias y se le concederá una pancarta”.

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Monsiváis, los medios y sus aforismos

Jenaro Villamil

Este 19 de junio se cumplen 2 años del fallecimiento de Carlos Monsiváis. Cronista, comentarista, analista y escritor como nunca indispensable en el contexto mexicano. Nos quedan sus ideas, su obra, su activismo ciudadano, su compromiso permanente con los movimientos democratizadores.

Iniciamos en Homozapping una nueva selección de sus aforismos. Les compartimos los siguientes. Jenaro Villamil

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Carlos Monsiváis, el Adelantado

Jenaro Villamil

Un Homenaje para Conmemorar el Natalicio de un Escritor que Sigue entre Nosotros

Carlos Monsiváis es un caso extraño de conquistador que ya intuía y conocía las dimensiones de los territorios imaginarios, -intelectuales, culturales, periodísticos, sociales- antes de haberlos colonizado plenamente.

El  método de conquista de Monsiváis nunca fue la espada y la cruz, sino el humor y la inteligencia. Su método de amistad nunca fue el apapacho y la falsa amabilidad sino el desafío intelectual y el compromiso compartido.

Era un conquistador desde las izquierdas. Con ellas mantuvo un permanente diálogo y exigencia, pero nunca la abandonó como opción vital, aún con todos sus excesos, sus prejuicios, sus ánimos teológicos, sus carencias. De la derecha le interesaban sus códigos, su lenguaje, incluso sus expresiones artísticas y, por supuesto, sus exabruptos que lo divertían al elaborar Por mi Madre, Bohemios,  pero no la falsa seguridad que da la superioridad de las jerarquías.

La obra de Carlos Monsiváis es abierta, vital, provocadora, permanente. Aún dialoga con los jóvenes que recientemente han marchado con Javier Sicilia denunciando la irracionalidad de la doble violencia –verbal y física- que ha imperado en este sexenio; con quienes defienden aquí y en todo el mundo el derecho a ser diferentes, el respeto a sus opciones de vida como gays, lesbianas o transexuales; a quienes batallan por darle acceso a medicamentos, servicios de salud dignos e integridad moral a quienes viven con VIH; para quienes han migrado de sus lugares de origen y enriquecen la cultura de las ciudades donde viven y se niegan a ser el pretexto para campañas de odio xenofóbico; a quienes pelean por el respeto a la laicidad y están en contra de los prejuicios morales y de los intentos de uniformidad cultural; para los movimientos feministas y medioambientalistas; para quienes ejercen el periodismo crítico, cotidiano, a pesar de la autocensura imperante; para los insumisos que aún creen y luchan por una nueva dignidad.

Identifico tres ejes importantes en la vitalidad de la obra de Monsiváis que quiero reflexionar con ustedes:

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José Emilio Pacheco: la República de las Letras vs. La República del Spot

Vicente Quirarte, José Emilio Pacheco y Carlos Fuentes en el homenaje realizado en Bellas Artes a Fernando Benítez. Foto: Sara Escobar. Fuente: milenio.com

Jenaro Villamil

El domingo se reunieron en el Palacio de Bellas Artes amigos, ex colaboradores y artistas plásticos para recordar el centenario del natalicio de Fernando Benítez, periodista, investigador y fundador de suplementos culturales que arroparon a toda una generación de escritores como Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska, Carlos Fuentes, entre muchos otros.

A riesgo de frustrar «mi ambición política de ser diputado suplente por Atlacomulco», José Emilio Pacheco, el poeta y recién galardonado Premio Cervantes de las Letras, expresó con tino y humor una reflexión que parece sintetizar el fondo de la polémica reciente por la incapacidad de Enrique Peña Nieto y de otros políticos por citar correctamente lecturas y autores:

«En general, la cultura ha vuelto a ser lo que era antes de Benítez: el patito feo, la paginita escondida entre las secciones de espectáculos. el resultado de esto no es sobre la literatura, es sobre la cultura y el pensamiento», sentenció para abrir boca.

«Nuca pensamos que se pudiera dar un Peña Nieto y es consecuencia de ese deterioro. Dicen sus defensores que qué importancia tiene que un candidato no lea, si él quiere ser presidente y no integrante de la Academia de la Lengua. Si no lee, no puede tener lenguaje, y si no tiene lenguaje, no puede pensar en los problemas del país», abundó el autor de Inventario, su columna imprescindible en la revista Proceso.

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Treinta Años del VIH-Sida, Los Miedos y los Medios

Jenaro Villamil

El listón rojo representa la lucha mundial contra el VIH. Fuente: EFE

Hace tres décadas, un 1 de diciembre de 1981, se registró en Estados Unidos la muerte del primer paciente que vivía con un virus de mutación múltiple, de distinta morfología a todos los virus existentes y que provocaba un síndrome de inmunodeficiencia crónico. No se sabía si era tuberculosis o un nuevo tipo de enfermedad. En 1983 aparece en México el primer caso de lo que ya era denominado Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA).

Fueron los primeros de millones de personas que fallecieron en esa primera y terrible década de la epidemia. Su agente causal fue bautizado como Virus de Inmunodeficiencia Humana. Mitos sobre los monos verdes, fantasías apocalípticas, discursos hinchados de moral conservadora comenzaron a inundar los medios. El VIH afectaba a la comunidad gay, a los hemofílicos y a los usuarios de drogas intravenosas, principalmente.

El VIH-Sida no llegó sólo. Junto con él otros virus peores aparecieron en Estados Unidos, Europa, América Latina y, sobre todo, en Africa, el continente más devastado por la epidemia. Era el virus del neoconservadurismo. Se emparentaba con el discurso de los republicanos que llegaron con Ronald Reagan, con la cruzada moral de Juan Pablo II que reinó en El Vaticano casi al parejo que la evolución del VIH y el ascenso de movimientos de islamismo radical.

Los medios masivos lo bautizaron el “cáncer rosa”. Es decir, una enfermedad que afectaba principalmente a los hombres que tenían sexo con otros hombres, dentro o fuera delclóset social y psicológico. Los neocon menospreciaron otros datos. Era útil señalar a la epidemia como el resultado de “un estilo de vida”. El SIDA era sinónimo para ellos de vida gay, de promiscuidad, de adicción. El “sidoso”, como los leprosos de antaño, fue estigmatizado. Darle la mano, un beso, compartir vivienda y hasta un sanitario se convirtió en una osadía. El miedo se expandió con mucho más fuerza que el virus.

Era la revancha de los neoconservadores que advirtieron: el SIDA era el resultado de una “disipación moral”, de una “vida sin valores”, del “libertinaje sexual” de los años sesenta y setenta. Para ellos, el SIDA más que un problema de salud pública se volvió un asunto de vindicación moral. Y muchos medios aprovecharon el morbo: Freddy Mercuri, Rock Hudson, entre otras estrellas de Hollywood, se transformaron en íconos del escándalo moral. Los actores que murieron en México lo hicieron en silencio. Ni Televisa ni Hollywood, por mencionar a las dos grandes fábricas de entretenimiento, tuvieron una actitud solidaria. Salvo excepciones extraordinarias como Liz Taylor, Susan Sarandon y otras luminarias del cine que separaron lo moral de la solidaridad.

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Los Idolos a Nado, Nuevo Viaje de Carlos Monsiváis

Texto leído por Jenaro Villamil en la presentación del libro de Carlos Monsiváis «Los ídolos a nado» el día de hoy en el Museo del Estanquillo.

Jenaro Villamil

Los Idolos a Nado es el título de la nueva antología de Carlos Monsiváis que comenzará a circular este 21 de junio en Madrid y cuya edición se conocerá en agosto de este año en México.

Coordinados por Jordi Soler, este compendio de textos sobre la cultura popular mexicana y sus representantes más significativos en el siglo XX, fue una idea que surgió en 2009, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Monsiváis reescribió y corrigió muchos de los textos que ahí se publican, retomados de Escenas de Pudor y Liviandad, Salvador Novo: lo Marginal en el Centro, de Apokalipstick y, en especial, de una antología que preparó para la Universidad de Puerto Rico, institución famosa por haber realizado antologías personales de grandes escritores latinoamericanos.

La antología pretende dar a conocer a Monsiváis al gran público lector del viejo continente. Sus textos, tan intensos e insertos en la coyuntura y en la historia mexicana, muchas veces no cruzaron el océano Atlántico, precisamente por la falta de contexto de muchos de sus lectores. Los Idolos a Nado, frase tomada de un verso de Ramón López Velarde, busca precisamente eso: “nadar” hasta el otro continente para dar a conocer los ídolos de la cultura mexicana.

A continuación, se presentan algunas de las frases y aforismos más importantes que se recuperan de esta nueva antología.

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Presentación del libro «Los ídolos a nado» de Carlos Monsiváis

Este próximo viernes 9 de septiembre se presentará a las 19 horas en el Museo El Estanquillo (Isabel la Católica 26, Centro Histórico de la Ciudad de México) el libro «Los ídolos a nado» de Carlos Monsiváis en la que participarán Jesús Ramírez Cuevas, Ariel Rosales y Jenaro Villamil.

En junio, les comentamos de la última antología de Carlos Monsiváis prologada por Jordi Soler que, tomando prestado un verso de Ramón López Velarde, busca «nadar» hasta el otro continente a los ídolos de la cultura mexicana, misma que ahora se presenta en la Ciudad de México.

“Dos Miradas al Fascismo”, la Historia como Espejo de la Realidad Mexicana

Jenaro Villamil

Un visitante observa parte de la muestra 'Dos miradas al fascismo'. Foto: Efe. Fuente: elmundo.es

Una preocupación constante del escritor Carlos Monsiváis –especialmente en los últimos años de su vida- fue el riesgo de que México entrara en una espiral de violencia, exclusión y odio similares a las que dieron origen al fascismo europeo en el periodo entre las dos Guerras Mundiales del siglo XX. Coleccionista voraz, analista riguroso, crítico de la ultraderecha, Monsiváis fue compilando a lo largo del tiempo grabados, carteles, revistas, libros, acuarelas, fotografías, películas que documentaban el ascenso y el discurso del fascismo.

Resultado de este interés y de la preocupación por documentarle al mexicano contemporáneo esta realidad, es la exposición “Dos Miradas al Fascismo”, inaugurada este jueves 4 de agosto en el Museo El Estanquillo, Colección Carlos Monsiváis, con más de 270 piezas que incluye el penúltimo óleo pintado por el muralista mexicano Diego Rivera, El Refugio de Hitler (1956).

El cartonista e investigador Rafael Barajas, El Fisgón, curador de la exposición, afirmó que la muestra es un recuento artístico-documental que marca el cruce entre la historia nacional y la historia mundial en esos años.

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Dos miradas al fascismo: Diego Rivera y Carlos Monsiváis

Este jueves 4 de agosto se inaugurará la exposición Dos miradas al fascismo: Diego Rivera y Carlos Monsiváis. La cita es en el Museo del Estanquillo, ubicado en Isabel la Católica 26, Centro Histórico, Distrito Federal, a las 20 horas.

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