Hermann Bellinghausen
Enviado
Periódico La Jornada
Sábado 11 de junio de 2011, p. 4

Un instante mientras se firmaba el Pacto Nacional Ciudadano, este viernes en Ciudad Juárez. Foto: Víctor Camacho. Imagen: jornada.unam.mx
Ciudad Juárez, Chih., 10 de junio.Se puede minimizar, hacer todo relativo, sugerir que ya pasó lo peor. Eso no oculta que Juárez está surcada de heridas y cicatrices, tan frescas como la sangre, y así de innumerables. Alguien sacó anoche la cuenta a partir de las cifras de muertos: 58 mil litros de sangre derramada. Apenas el jueves, a plena luz del día, en una de las avenidas principales, desde un carro alguien disparó y mató a dos hombres. Pero muchos ya no quieren seguir contando, especialmente los del gobierno.
De ahí la crudeza del grito: “Con la sangre no se negocia”. Son tantos los nombres, por mucho que tantos cuerpos parezcan haberlo perdido para siempre. La multitud que recibió anoche en el “kilómetro 20” a la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad en su ingreso a la ciudad, y la acompañó hasta Villas de Salvárcar, era abrumadoramente femenina. Uno se puede poner de cuentachiles y concluir que ni que fueran tantos, dos o tres mil. Pero, como me recordó un juarense al llegar a Villas de Salvárcar la noche del jueves, “nunca se habían juntado en Juárez más de 300 gentes para pedir justicia por la guerra entre Calderón y los ‘malillos’; esto es histórico”.
La letanía de nombres no se ha repetido lo suficiente. Nunca será demasiado. Diana Rocío, Jazmín, Mónica, Marisela, Cinthiya Jocabeth, Bárbara, Idaly, María, Viviana, Gabriela, Iris, Josefina, María Janet. Asesinadas o desaparecidas en la ciudad más hostil del mundo contra las niñas, muchachas, señoras. El símbolo de un sexismo brutal. Esta mañana, en el infame Campo Algodonero, que Javier Sicilia renombra “Campo de Sangre”, con el fondo de un flamante hotel de lujo, ocho cruces sobre un montículo de arena del inmenso desierto especifican: Laura Berenice, Marlín Elizabeth, María Roina, Mayra Juliana, María de los Ángeles, Esmeralda, Claudia Ivette. Y la más triste de todas: No identificada. Eso, “mientras los asesinos siguen sueltos desde hace 10 años”, como dice una mujer de las muchas que echan al cielo globos blancos y morados, y alguien grita: “no más chivos”, sin especificar si se refiere a los cuernos con balas o a los expiatorios.
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