Jenaro Villamil
Hace tres décadas, las ciencias sociales y el periodismo de América Latina reflexionaban sobre el futuro de la televisión y la radio en los términos planteados por Marshall Mac Luhan –la utopía de la aldea global- o de la corriente marxista que reflexionó sobre la sociedad del espectáculo como una extensión del sistema capitalista.
En la región, perdimos años maravillosos en querer simplificar y reducir el papel de los medios de comunicación electrónica bien como meros instrumentos de dominación o manipulación política e ideológica, al grado de que el Pato Donald era un simple acompañante de la enajenación de las telenovelas, o perder de vista las particularidades nacionales de cada una de estas industrias culturales, asumiendo sin más que el medio era siempre un mismo mensaje.
Los adelantos tecnológicos nos tomaron desprevenidos. La aparición y el auge del internet en los años noventa como un nuevo medio de información y comunicación han ido transformando el panorama de manera radical. La convergencia acelerada entre este medio, la televisión, la radio y la telefonía nos plantean auténticos desafíos.
Hoy el futuro de la mediatización nos ha alcanzado aunque las estructuras empresariales, sociales, culturales y políticas que lo determinan hayan cambiado poco en nuestras regiones. Más acelerada que nuestra inacabable transición de la sociedad tradicional latinoamericana a la sociedad abierta y democrática es la transición de los modelos analógicos al digital. Eso impide que a pesar de la posibilidad real de mejores y mayores posibilidades de comunicación e información tengamos un mejor conocimiento de nuestro entorno.