The Bubble y el Estado Palestino

Jenaro Villamil

Observo el discurso de Mahmoud Abbas ante la Asamblea General de la ONU, el júbilo de los habitantes de Ramalá, la táctica escapista de siempre del presidente israelí Benjamin Netanyahu y la negativa de Barak Obama –el único aliado que le queda a la corriente dominante en Israel- para admitir la existencia del Estado palestino y pienso en la extraordinaria película de Eytan Fox, The Bubble, una metáfora íntima, sin lugar para el optimismo.

Los vericuetos de un odio ancestral y de un conflicto geopolítico que ha definido durante más de cinco décadas a Medio Oriente está concentrado en la historia de Noam, un joven soldado israelí que abandona el ejército y vuelve a su departamento en Tel Aviv, donde vive con Lulú y Yelli, dos desparpajados amigos que no han padecido la guerra en el frente de batalla.

A ese departamento llega un joven palestino. Contra todos los pronósticos, él y Noam se enamoran. Inician una relación con todos los tintes de la tragedia shakespeariana Romeo y Julieta. Para enfrentar el racismo tremendo que predomina en el mundo gay y “normal” de los isrealíes contra los palestinos y también para evadir la asfixia del entorno familiar, patriarcal y asfixiante, del mundo árabe, ambos personajes deciden construir una “burbuja”.

Las fronteras reales y simbólicas se desafían en esta burbuja. Es el aislamiento y el temor ante desafíos mucho más poderosos que la coexistencia de dos naciones en un territorio milenario, cuna de las tres grandes religiones monoteístas. Es el desafío a las propias culpas, a la sexualidad doblemente disidente: gay e interracial, en un contexto donde predomina el odio.

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