Texto leído en la presentación del libro El sexenio de Televisa en la Universidad Iberoamericana campus Puebla.
Por Roberto Alonso[i]
15 de marzo de 2011
Antes de iniciar con la lectura de las líneas que he preparado para la presentación de este libro, quiero agradecer a Ana Lidya Flores por invitarme a participar en esta ocasión y al propio Jenaro Villamil por aceptarme como comentarista. Debo decir que en septiembre de 2009, formé parte de la presentación de su libro Si yo fuera presidente. El reality show de Peña Nieto como bateador emergente, lo cual fue un gusto por el aprecio que le tengo a este gran periodista y la relación que hemos mantenido desde hace ya algunos años.
Esta vez, también lo tengo que decir, siendo invitado como bateador principal estuve a punto de no estar de este lado de la mesa por un desánimo emocional, a causa de los efectos secundarios de un medicamento recetado. Y no, no se trataba de uno de aquellos productos milagro sobre los que de forma precisa ha comentado Villamil. Afortunadamente, esto fue diagnosticado y regresó aquel deseo de presentar este libro que tuve desde diciembre pasado, fecha en que lo leí luego de que llegara a mí como regalo navideño junto con las acertadas entrevistas realizadas por Carmen Aristegui a los actores involucrados con una de las peores historias en la Iglesia Católica contemporánea. Esas fueron mis lecturas en la época navideña pasada.
Hechas estas anotaciones, procedo a ofrecer algunos detalles del libro que nos convoca y a ubicar las conjuras del poder mediático que representa Televisa en el marco del conflicto abierto que se ha desatado, de manera particular, entre las empresas de Carlos Slim y la empresa de Emilio Azcárraga Jean, utilizando este último a sus filiales y a otras empresas pequeñas de telefonía fija y móvil como parte esencial de la ofensiva. Una guerra entre monstruos, diría Denise Dresser, en la que los consumidores seguimos perdiendo.
Quiero antes advertir que no defiendo a Carlos Slim ni a sus empresas, por lo que si notan alguna tendencia orientada a fiscalizar con mayor tesón el comportamiento de Televisa es por una sola razón: porque las decisiones tomadas por el gobierno federal en los últimos años, así como la falta de voluntad legislativa en relación con la aprobación de una nueva ley de medios, han favorecido claramente a esta empresa, lo que dio lugar a este libro.
Para comenzar quiero destacar la fotografía que aparece en la portada. A cuadro podemos ver de perfil al actual dueño de Grupo Televisa, Emilio Azcárraga Jean, hablando por teléfono celular y con la mirada atenta. A su lado y en segundo plano aparece Bernardo Gómez, vicepresidente ejecutivo de la compañía con un rostro levemente preocupado.
La imagen, propiedad de la revista Proceso, vistió el número 1534 de dicho semanario titulado “Los amos”, en el cual Villamil relató el encuentro que sostuvieron ambos ejecutivos de Televisa con los tres ex candidatos presidenciales en Valle de Bravo, al calor de la contienda electoral y previo a la aprobación de la Ley Televisa en el Senado. Es posible que este suceso sesgue mi apreciación sobre la imagen, no obstante, comparto que al observarla me imagino a un Azcárraga Jean dando indicaciones a alguno de sus cabilderos para manipular a algún líder de un partido político, coordinador de bancada, legislador o aspirante a la Presidencia, y proteger sus intereses.
Villamil podrá contarnos más sobre las circunstancias en las que se tomó registro de este excelente elemento periodístico. A título personal, no me parece absurdo pensar que lo que se decía por el teléfono móvil captado pudo ser una instrucción: “Ni una sola coma”.
Paso al contenido. El libro consta de siete capítulos, posteriores a una introducción en la que el autor define a Televisa como un Big Brother mediático, “resultado de la fallida transición hacia la democracia en México”, y nutrido por una sociedad del info-espectáculo en la que lo informativo, incluyendo lo político, “tiene que conmover, no proponer, ser espectacular, escandaloso y de alto impacto para que genere audiencias.”
El poder, sostiene Villamil, radica en tener la llave para quienes desean acceder a la pantalla comercial. “Televisa -resume- posee encuestadores y empresas informativas afines que se han transformado en los generadores de percepción social. No existe agencia de publicidad o de consultores políticos que sobrevivan si desafían al monopolio televisivo. Cuenta con intelectuales, comentaristas y hasta rebeldes que le sirven para modular, conducir o inducir los debates públicos que les interesen.”
Televisa, agrega el autor, es una “empresa hegemónica en términos mediáticos porque le garantiza a una oligarquía económica, financiera y política mantener un statu quo altamente beneficioso.” Es un poder fáctico con la capacidad de someter a otros poderes, incluso constitucionales, a sus intereses.
El Poder Legislativo bailó al son que le tocó Televisa. El Poder Ejecutivo ha estado a sus órdenes en los últimos años desde las autoridades regulatorias hasta la investidura presidencial. El Poder Judicial, que si bien desde su máxima autoridad desarticuló la lógica de la Ley Televisa, también ha jugado en pro de la empresa. Como lo documentó el propio Villamil la semanada pasada, de manera sospechosa e inusual el Consejo de la Judicatura Federal del Distrito Federal relevó a la jueza Sexagésima Segunda de lo Civil, quien había llevado hasta principios de marzo el juicio promovido por Paula Cussi Presa Matute -la última esposa de Emilio Azcárraga Milmo- en contra de Azcárraga Jean por incumplimiento del reparto de la fortuna de su padre.
Esta historia se relata en el Capítulo 2 del libro en comento: “La Heredera y Los Cuatro Fantásticos”, en el que se abunda sobre el tema que ha representado una piedra en el zapato de Azcárraga Jean en los últimos años. La demanda refiere el incumplimiento del reparto del 16.6% de la fortuna de Azcárraga Milmo que le corresponde a Cussi según el testamento. Sin embargo, exhibe además los turbios mecanismos utilizados “para que Azcárraga Jean pasara de tener el 10% -porcentaje similar al que tenía Cussi en 1996- al 50.3% del capital de Televicentro, la controladora accionaria de Grupo Televisa.” El problema, a decir de Cussi y sus abogados, es que la recomposición accionaria se llevó a cabo mediante una “simulación mercantil” antes de que se diera trámite al reparto del legado de Azcárraga Milmo.
De acuerdo con el abogado de Cussi, la jueza que llevaba el caso había logrado significativos avances y se estaba en vísperas de conocer un fallo. Más aún, en su nota al respecto, Villamil resalta que el pasado 21 de febrero, fecha en la que Cussi estaba presta a comparecer en la presidencia del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, hubo una inédita amenaza de bomba que impidió el registro de su testimonio y el aplazamiento de la diligencia hasta finales de abril.
Lo que Cussi busca, expresa el autor, es que el acto que le permitió a Azcárraga Jean asumir el control de la empresa en 1997 se declare nulo, lo que significaría un duro golpe.
Este episodio, no obstante, es narrado por Villamil después de explicar por qué, a su juicio, el que inició antes de las elecciones presidenciales de 2006 con la aprobación de la Ley Televisa y pretende trascender el 2012 es el sexenio de Televisa.
“Televisa -escribe el autor- ha ignorado y minimizado sistemáticamente los reclamos de transparencia en el otorgamiento de las concesiones de radio y televisión, pluralidad y calidad en los contenidos, autonomía de los organismos reguladores de la radiodifusión para eliminar el “presidencialismo televisivo”, así como una mayor y mejor competencia en la pantalla. De paso, logró bloquear durante “su sexenio” a su más fuerte competidor, Telmex, futuro y temido contrincante en el mercado del triple play (audio, video y datos convergentes).” Esto, sostiene Villamil, a partir de las dos apuestas que hizo la compañía en el primer sexenio panista: dejar de ser “soldado del presidente” y convertir a los políticos de diferentes partidos en sus soldados; y trasladar su condición de empresa dominante en el mercado televisivo al terreno de las telecomunicaciones en la era digitalización, el gran negocio del nuevo milenio.
La primera apuesta la logró, siendo algunas de sus expresiones más evidentes la aprobación de la Ley Televisa y la construcción de un proyecto presidencial, bajo la figura del gobernador del Estado de México, aprovechando las lagunas de la Ley Federal de Radio y Televisión y dando paso a la supremacía de los spots, los infomerciales y el branding o posicionamiento de marca.
La segunda apuesta, intentada desde la Ley Televisa y casi ejecutada con la mañosa licitación 21, muy bien documentada en el libro, sigue latente. Y cómo no hacerlo si estamos hablando de un sector que en la última década ha crecido cinco veces más que la economía, con ingresos anuales estimados en más de 30 mil millones de dólares e inversiones anuales de poco más de 2 mil millones de dólares.
La investigación de Villamil ofrece algunos datos interesantes. El mayor porcentaje de crecimiento de Televisa se ha generado en dos segmentos: la televisión de paga y los servicios de telecomunicaciones. Según cifras oficiales de la empresa, entre 2008 y 2009 las ventas de televisión de paga crecieron 23.7%, las de Sky 9.2% y las de cable y telecomunicaciones 9.5%. En cambio, las ventas de televisión abierta tuvieron un crecimiento de sólo 0.5%, aunque siguen representando el mayor volumen de los ingresos totales con el 41.2%.
En este contexto es en el que hay que ubicar el reciente conflicto entre las empresas de Carlos Slim y las televisoras: una batalla por el jugoso mercado de las telecomunicaciones.
El 18 de febrero, la Dirección General Corporativa de Comunicación de Grupo Televisa reveló que las empresas controladas por Carlos Slim decidieron dejar de publicitarse en los diferentes medios de la empresa, estimando una afectación de poco menos del 3.8% en los ingresos de la división de televisión abierta y de cerca del 1.8% de las ventas totales de la compañía proyectadas para 2011.
Oficialmente, se supo que esta decisión se tomó luego de que Televisa impusiera un incremento del 20% a los espacios publicitarios que se venían contratando. Lo cierto es que dicha suspensión tuvo lugar después de que Televisa solicitara a la Comisión Federal de Competencia (Cofeco) investigar la relación entre Telmex y Dish, empresa creada en 2008 entre MVS y Echostar con una oferta atractiva de televisión de paga a precios considerablemente menores a los ofrecidos por Sky, propiedad de Televisa y con más de una década en el mercado. Con base en CNN Expansión, se calcula que Dish tiene alrededor de 2.6 millones de suscriptores, número similar al que tiene Sky como oferente dominante en la televisión de paga, un sector que a Villamil le merece especial atención dedicándole un capítulo entero.
En respuesta, Telmex ha señalado que Dish es un cliente al que le vende servicios de facturación, cobranza y distribución sin existir inversión de por medio, aunque reconociendo que una sociedad de capital podría concretarse si así se permitiera.
Apenas cinco días después del rompimiento entre Grupo Carso y Televisa, el 23 de febrero TV Azteca informó que el mismo corporativo dirigido por el hombre más rico del mundo había decidido retirar también la publicidad de sus empresas de los canales de esta televisora. Pronto, voceros del Grupo Carso indicaron que la decisión había obedecido a que la empresa de Ricardo Salinas Pliego había condicionado la venta de publicidad a la reducción de las tarifas de interconexión de Telmex y Telcel con Iusacell y Unefon, empresas de telefonía móvil de Grupo Salinas. El corporativo negó la versión, sin embargo, aprovechó para poner sobre la mesa el tema de las tarifas de interconexión como un asunto de interés nacional.
Curiosamente, un día antes el consorcio estadounidense Citi, controlador de Banamex, había adelantado en un reporte de su subsidiaria bursátil que la decisión de Carlos Slim de retirarse de los canales de Televisa podría ser parte de una estrategia para adquirir y lanzar una tercera cadena de televisión abierta en México durante 2011. Al respecto, no hay que perder de vista que en la Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel) reside un proyecto para licitar este año las frecuencias necesarias para que haya dos señales adicionales en la televisión abierta, adelanto dado a conocer por el propio Villamil en la revista Proceso a principios de año. La madre de todas las batallas, en palabras de la ex subsecretaria de Comunicaciones y Transportes, Purificación Carpinteyro.
Por lo que toca al conflicto de las tarifas de interconexión, es preciso decir que si bien ya se había advertido sobre la necesidad de que la autoridad regulatoria, la Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel), lo atendiera, esta pugna arreció en las últimas semanas, trasladándose el problema entre los titanes a sus operadores en el sector de la telefonía móvil: Telcel vs. las empresas agrupadas en la Cámara Nacional de la Industria de Telecomunicaciones por Cable (CANITEC). Bajo la figura Tucotel (Todos unidos contra Telcel) este frente ha arremetido, a través de desplegados, spots y denuncias ante el organismo antimonopolios, en contra de la posición dominante de Telcel en el mercado (70%) para imponer las tarifas de interconexión, es decir, los costos que cobran los operadores de telefonía fija y móvil por terminar una llamada originada en otra red. Integran el frente que busca que estas tarifas disminuyan a 42 centavos (hay un acuerdo de 95 centavos que bajarían a 69 en 2014 entre Telcel, Telmex y Telefónica) o incluso se establezca una tarifa cero (disminuiría ingresos de operadores y capacidad de inversión para desarrollar redes), las empresas Avantel, Axtel, Televisa con sus filiales (Bestel, Cablemás, Cablevisión y Sky), Marcatel, Megacable, Nextel, Iusacell, Unefon y filiales de éstas. Telefónica no participa en este bloque.
En el fondo de esta lucha se encuentran las aspiraciones de Telmex de entrar al negocio de la televisión y los deseos de Televisa de entrar al negocio de la telefonía móvil dentro de un mercado convergente. Lo grave es que ante estos anhelos la autoridad permanece al margen. Hay un nuevo secretario de Comunicaciones y Transportes que hasta el momento ha enmudecido y un presidente de la Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel) rebasado. Atina, entonces, Purificación Carpinteyro al fundamentar uno de sus más recientes artículos sobre este conflicto en algunos versos de Chico Buarque: “lo que no tiene gobierno ni nunca tendrá, lo que no tiene vergüenza ni nunca tendrá, lo que no hace sentido”. No hay piloto, no hay árbitro.
Por cuestiones de tiempo no será posible comentar otros frentes de batalla, no obstante, es importante enunciarlos para tenerlos en cuenta. Tal es el caso, por ejemplo, de las acusaciones mutuas entre Telmex y Televisa respecto al incumplimiento del contrato entre la filial de Televisa, Bestel, y el ISSSTE para servicios de telefonía interna; la presencia de Azcárraga Jean en la inauguración del Museo Soumaya; el apoyo del Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana a Telmex en su intento por entrar al mercado de la televisión de paga; la pendiente prórroga de concesiones de la empresa MVS; el liderazgo de Carlos Slim como proveedor de televisión de paga en América Latina (38% de la participación); la posibilidad de una alianza entre Televisa y Telefónica para servicios de telefonía; la compra de Televisa del 5% del capital social de Univisión; la creación de Telmex Social para brindar servicios de telecomunicaciones en zonas marginadas y rurales; y el desproporcional intercambio de agresivos spots televisivos, por un lado, y cintillos acusatorios en los grandes diarios, por el otro. Todas estas, conjuras mediáticas de una batalla que se pudo haber evitado.
Como afirman diversos especialistas, el de los choques y los encontronazos es el camino natural de la convergencia tecnológica. En efecto lo es, sin embargo, lo que hemos presenciado es una guerra de poder con un bajo nivel de discusión debido a que las tres “C” que aparecen en el discurso de la política de telecomunicaciones se han quedado en una sola palabra: ConCentraCión.
Termino. A pesar de la ambición económica y política de Televisa, Villamil apunta desde su introducción que el malestar de la sociedad “crece porque ni las audiencias viven aisladas, ni son estáticas, ni mucho menos autistas.”. Dicho en otras palabras del autor: el espejo de Televisa está roto, por la persistencia de viejos vicios y por un agotamiento en los contenidos. Las audiencias son distintas, mucho más críticas y deliberativas, se inconforman con la pantalla y demandan nuevas propuestas. “Es la suma de muchas minorías, -describe Villamil- de comunidades diversas, de movimientos sociales y políticos, de redes sociales, de bloggeros, de videoastas o de productores independientes que, sumadas aunque no integradas, conforman el espejo roto de la pantalla televisiva.”
Minorías, buena parte de ellas, de aquel 50% de ciudadanos que tienen entre 13 y 39 años de edad y que amenazan con que Televisa pierda audiencias juveniles y, en un futuro próximo, audiencias adultas que son los consumidores más sólidos del mercado publicitario. Minorías que no se creen realitys judiciales como el de Florence Cassez o el de Paulette, que saben que no es coincidencia el linchamiento desde la pantalla a los periódicos del Grupo Reforma, o a personajes como Carmen Aristegui, Miguel Ángel Granados Chapa, Javier Corral o al propio Villamil a través de artículos y desplegados en la prensa impresa. Minorías que, como todas las audiencias, tienen la última palabra.
Muchas gracias.
[i] Roberto Alonso es licenciado en Comunicación por la Universidad Iberoamericana Puebla y cuenta con un diplomado en Derecho de la Información por la Universidad Autónoma Metropolitana unidad Xochimilco. Ha sido articulista y reportero del periódico digital e-consulta y es colaborador del suplemento Medieros, del periódico La Jornada de Oriente desde octubre de 2006, donde publica su columna “Observatorio”. En 2008 ganó el Premio Nacional de Tesis del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación (CONEICC) por su tesis “Ley Televisa: Poder mediático al desnudo”. Actualmente trabaja en la Universidad Iberoamericana Puebla, es miembro fundador y secretario del Capítulo Puebla de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (AMEDI), y estudia una maestría en Políticas Públicas. Entre sus publicaciones destaca el artículo “El derecho a la información en clave garantista”, el cual apareció en el cuarto número de la revista online especializada en derecho de la comunicación Derecom, vinculada a la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid.
Este libro deberia ser incluido en alguna seccion del sitio «www.televileaks.com».
Porque al sitio le hace falta una seccion de libros que hablen acerca de todas las actividades que realiza la televisora y en general el Cartel de Medios y sus aliados. Algo asi como el libro «Globalización y Monopolios en la Comunicación en América Latina» de Mastrini-Bolaño. Es un libro buenisimo que explica la relacion entre los empresarios dedicados a esta actividad que existen en America Latina. Aunque el libro solo menciona los casos de Argentina, Mexico y Brasil, tal vez en una edicion mas reciente lleguen a incluir a Colombia, donde de hecho tambien se practica Mobbing, y aunque parece que tambien existe un grupo parecido al de «Los Amos de Mexico» no tengo conocimiento de si llevan algun nombre como el de «Los Amos de Colombia» y si todos ellos forman parte del Cartel de Medios y sus aliados/esclavos.
Parafraseando uno de los parrafos del texto principal: «No existe EMPRESA o CIUDADANOS COMUNES que sobrevivan si desafían al monopolio televisivo.»
Dado que el actual propietario del 50% de las acciones de la televisora lo obtuvo de manera cuestionable, podriamos decir en terminos televisivos que «tenemos un tigue pidata».
La practica del mobbing entre los aliados que forman su grupo (dentro y fuera de Mexico incluyendo a Argentina y Colombia), de un modo nuevo de esclavismo con todo y trabajos forzados, del espionaje y manipulacion (telefonico, laboral, domicilial, computacional), del ofrecimiento de mujeres a cambio de favores o complicidad leal y otras tantas practicas que se cuentan en su repertorio, podrian llevar todo a otro nivel.
Segun Edwin Sutherland, autor del libro «The White Collar Crime – Uncut Version» (El Delito de Cuello Blanco, Version No-Recortada), tanto el espionaje laboral como el esclavismo son delitos de Cuello Blanco. El Abuso de Poder tambien es caracteristico del grupo y forma parte del Mobbing que practican. Una forma en la que lo manifiestan es dificultando de diversas maneras el desempeño laboral de la(s) victima(s), llevandola(as) a extender su jornada laboral por horas y horas. Esto se logra por ejemplo, proporcionando una infraestructura lenta, antigua o que requiere de reparaciones, reteniendo, falseando u ocultando informacion, o cualquier otra manera en que un trabajo que en condiciones normales se pueda realizar en un tiempo razonable, se vuelva tortuoso e interminable. O hasta boicoteando el trabajo para que se vuelva a repetir desde el principio. Haciendo esto cotidiano, del dia a dia e incluso absorviendo los fines de semana, vacaciones y demas tiempo personal de la(s) victima(s). Sin mencionar que esto mina tambien el sentido de satisfaccion personal por haber concluido una tarea o conjunto de tareas.