El País
ENRIC GONZÁLEZ / GEORGINA HIGUERAS / NURIA TESÓN, El Cairo 10/02/2011
El presidente de Egipto, Hosni Mubarak, se aferra a su cargo. El rais ha reiterado su deseo de continuar en el poder hasta las elecciones de septiembre, aunque ha señalado que transferirá parte de sus poderes al vicepresidente, Omar Suleimán. Ha culminado así una tarde de intensos rumores sobre su posible marcha. El punto de partida ha sido un comunicado del Consejo Supremo del Ejército, tras reunirse para discutir sobre su posición en la situación que atraviesa el país, en el que ha expresado su apoyo a las «demandas legítimas del pueblo», que será «protegido» por las Fuerzas Armadas. Los manifestantes en la plaza de la Liberación de El Cairo han celebrado el comunicado militar y un discurso del jefe del Ejército in situ en el que les ha dicho que sus demandas «se cumplirán». Durante toda la tarde, miles y miles de personas, han abarrotado como nunca la céntrica plaza cairota, donde se han instalado pantallas para seguir el discurso presidencial. No han escuchado la noticia que esperaban.
Ha sido un discurso de mano tendida a los manifestantes, aunque no les ha concedido la dimisión incontestable que estos le piden desde hace 17 días. «Como presidente de la nación, no encuentro ninguna incomodidad en oír a la juventud de mi pueblo», les ha dicho. «La sangre de vuestro mártires no se va a perder», ha añadido al anunciar que no habrá represalias por las protestas.
Hossan Badrawi, secretario del oficialista Partido Nacional Democrático, ha reconocido que en estos momentos se está discutiendo la salida delrais y el primer ministro, Ahmad Safiq, ha asegurado que el relevo «podría suceder esta noche», según recoge la cadena BBC, aunque luego ha matizado en la televisión nacional egipcia que «todo está en manos de Mubarak». Desde EE UU, la Casa Blanca ha asegurado que sigue los acontecimientos -ha hablado de «situación fluctuante»- y la CIA ve «fuertes probabilidades» de que el traspaso de poder suceda esta noche. «EE UU ayudará a llevar a Egipto a una democracia», ha afirmado el presidente estadounidense, Barack Obama, durante un discurso en Michigan.
La situación ahora mismo es de incertidumbre y el ministro de Información ha añadido confusión al calificar de «rumores» las informaciones que hablan de la salida del presidente, informa Reuters. Esas mismas informaciones señalan que asumirá el cargo el actual vicepresidente, Omar Suleimán. Tras las palabras del Ejército, la mayoría de analistas creen que, de producirse el relevo, el de Suleimán sería en todo caso un poder bajo tutela militar. Un dirigente de los Hermanos Musulmanes, principal fuerza opositora, ha expresado a Reuters su temor a que lo que se está viviendo sea un «golpe de Estado» de las Fuerzas Armadas. Se espera que Mubarak comparezca en cualquier momento en la televisión nacional, que ha anunciado que el presidente y el vicepresidente se encuentran reunidos. Parece claro, en cualquier caso, que en estos momentos lo que se discute es la forma de una transición que se ha precipitado ante la masiva concentración que los opositores iban a protagonizar mañana en El Cairo.
En la plaza de la Liberación, donde comenzó la masiva protesta popular hace 17 días, los militares han cedido el control de los accesos a los organizadores de la concentración. La céntrica plaza cairota se ha llenado más que nunca al saberse que Mubaral podría dejar el poder. Es la noticia que esperan miles y miles de egipcios que han puesto rumbo hacia allí. El ambiente es principalmente festivo. Los soldados contemplan la llegada de nuevos manifestantes y reciben los reciben con saludos. Los registros de mochilas para evitar la entrada armas está ahora en manos de los propios opositores al régimen, lo que ha agilizado las colas de entrada.
Mensajes contradictorios del régimen
Tras algunas tímidas señales de apertura -liberación de detenidos en las protestas, creación de una comisión para la reforma de la Constitución, inicio de un proceso de diálogo con los partidos de la oposición y subidas de sueldo para los funcionarios y pensionistas- el régimen de Mubarak parece querer aferrarse al poder. Suleimán, actual hombre fuerte del régimen y señalado por EE UU como piloto de un proceso ordenado de transición, dejó perplejos a los directores de varios medios egipcios al evocar, el pasado martes por la noche, la posibilidad de un golpe de Estado, sin especificar de quién.
Entonces rechazó la partida inmediata de Mubarak -la consigna oficial, hasta ahora, es que este llegaría hasta las elecciones de septiembre, a las que no se presentaría-, cargó además contra los manifestantes, diciendo que las protestas constituían una «absoluta e intolerable falta de respeto» al presidente, que los egipcios carecían de cultura democrática y anunció que no toleraría «ninguna forma de desobediencia civil».
Apenas unas horas después de estas palabras, esta mañana, se podía ver cómo cientos de tanques estaban siendo desplegados por Ciudad Nasr, un suburbio del este de El Cairo, dispuestos a entrar al centro de la ciudad. El ministro de Exteriores, Ahmed Abul Gheit, ya advirtió de que el Ejército intervendría «en caso de caos». Alineados en la orilla de una avenida, los carros se extendían a lo largo de un kilómetro. Por la tarde, no quedaba ninguno. Los rumores en la calle señalan que han podido ir a Heliópolis, el barrio residencial donde vive Mubarak, ante el temor de que una marcha pusiera rumbo hacia allí desde la plaza de la Liberación, aunque se trata de informaciones que no han podido ser comprobadas por los periodistas de EL PAÍS. En torno a las cuatro de la tarde (las tres, hora peninsular española), aproximadamente una hora antes de que trascendiera que Mubarak podría irse, los accesos al centro de la ciudad desde el gran Cairo (la mayor metrópolis de África, con unos 25 millones de habitantes) habían quedado cerrados por el Ejército.
Más de dos semanas de protestas
Viernes, día de oración. La de mañana era otra de las jornadas señaladas como clave por los opositores al régimen, que han tomado la plaza de la Liberación de El Cairo como epicentro de una revuelta que, en dos semanas, ha puesto a Mubarak al borde del abismo, aunque se resista a ceder las riendas. Esperaban congregar de nuevo a cientos de miles de personas, como lo hicieron el pasado viernes -marcado como el Día de la Despedida» del dictador-, o el martes -cuando desbordaron la plaza y marcharon a miles hacia el Parlamento. Además, tenían previsto plantarse ante el edificio de la radio y la televisión estatales. Esperaban, además, que se les unieran egipcios de todo el país, algo que el régimen ha tratado de evitar cortocircuitando el ferrocarril. Hoy era imposible conseguir un billete de tren a El Cairo: Todos estaban agotados.
El movimiento seguía hoy activo en El Cairo. Miles de estudiantes han salido a primera hora a la calle para sumarse a las protestas. A todo se une una cadena de huelgas de trabajadores de varios sectores que reclaman mejoras de salarios y de sus condiciones laborales. Miles de trabajadores de los sectores textil, de telecomunicaciones y metalúrgicos están en huelga en todo el país, lo que podría causar una aún mayor parálisis económica. Trabajadores del canal de Suez están parados hoy, y profesores universitarios y funcionarios han protagonizado protestas en pos de mejores salarios, al igual que trabajadores de correos y de la compañía estatal de comunicaciones Telecom Egypt.
Hasta el momento, el Ejército -origen tanto de Mubarak como de Suleiman y buena parte de la cúpula del régimen- ha intentado mantener un papel moderado en la crisis. No ha reprimido con dureza a los manifestantes, pero tampoco ha forzado la máquina contra unos dirigentes que, a fin de cuentas, salieron de su seno. No obstante, haydenuncias de que los militares han detenido y torturado a decenas de manifestantes.
A la presión de los estos contra Mubarak se sumaba la pasada madrugada EE UU, quien criticó que el régimen no diera los pasos necesarios para responder a las expectativas de los manifestantes. Después de que el ministro egipcio de Exteriores, Ahmed Aboul Gheit, hubiera dicho que EE UU quería imponer su voluntad en Oriente Medio, Robert Gibbs, portavoz de la Casa Blanca, respondía que lo que Washington esperaba, y espera, son actos «reales y concretos» que aceleren la transición. «No sorprende tanto lo que se ve en las calles de El Cairo cuando ves los escasos pasos que su Gobierno está dando para atender sus demandas», dijo ayer Gibbs. «Parece claro que el Gobierno egipcio va a tener que tomar medidas reales, concretas», remató. Las primeras medidas concretas, de momento, parece que las ha tomado el Ejército.
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