Monsiváis y la Ciudad de México.

Imagen: generacion.com.mx

El amor más lúdico, intenso y complejo de Carlos Monsiváis fue la propia Ciudad de México. Difícil imaginar la obra de este cronista y ensayista sin el contexto de la gran urbe. Por eso, a continuación compartimos con ustedes algunos de los muchos fragmentos escritos por el Gran Gato en relación con su ciudad, la nuestra.

Acompañamos cada fragmento con alguna anécdotas que a mí me tocó vivir con Monsiváis.

Palacio de Bellas Artes

He aquí la descripción de Monsiváis del mismo sitio donde ayer, domingo 20 de junio, fue despedido por cientos de sus amigos, admiradores y ciudadanos comunes:

(Proceso, No. 1457, 3-10-2004, “El Unico y su Propiedad: 70 Años del Palacio de Bellas Artes”).

“En 1934 se inaugura el Palacio de Bellas Artes, con un acto de gala y soireé. A todos asombra el edificio iniciado por el italiano Adamo Boari (en Nuevo Arte Decorativo Moderno), y concluido por el mexicano Federico Mariscal de Art Decó. A la monumentalidad del “pastel de bodas” (descripción típica) contribuyen su estructura de acero, la forma de embudo que logre la acústica conveniente, los 24 metros de longitud del escenario, la fachada de mármol de Carrara, las butacas (hechas en Francia), el mármol de Querétaro y Nuevo León, los trabajos escultóricos encomendados a artistas europeos, la cortina (de Tiffany) de mosaicos de cristal sobre lámina de acero (1 millón de cristales opalescentes). A esta opulencia el público debe corresponder –eso se espera- enriqueciéndose culturalmente “desde la apariencia”.

“Típicamente, el continente determina el contenido, y el Palacio de Bellas Artes (o Bellas Artes, como nada más se le dice), en el tiempo de su debut garantiza el rango social o la decisión de su ascenso de clientela. El Palacio inhibe y estimula, impregna a sus frecuentadores de la voluntad de sentirse distintos, mitiga la pesadumbre de no vivir en las metrópolis…

“El 31 de diciembre de 1946 se crea el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) destinado a ‘custodiar, fomentar, auspiciar, vigilar y fortalecer todas las formas artísticas en que se expresa y se define el espíritu de México’, y de lo universal. De 1947 a 1952 dirige el INBA el compositor y director de orquesta Carlos Chávez, y los logros de su administración son excepcionales. Grandes conciertos y exposiciones, formación del público específico, imposición de modas. Salvador Novo –director del departamento de Teatro- monta en el Palacio de Bellas Artes y Los Llaveros de Emilio Carballido y Los Signos del Zodiaco de Sergio Magaña, y Seki Sano dirige Un Tranvía Llamado Deseo de Tennessee Williams. Estas dos últimas obras son fenómenos de dramaturgia, de cultura y sociedad….

“Bellas Artes no es un espacio de vanguardia, pero sí el lugar de encuentro donde el público básicamente de clases medias se integra al arte de la modernidad. Hasta la década de 1960, Bellas Artes es el lugar de las Familias (el término de Novo para las parejas que patrocinan los espectáculos y adquieren pátina de nobleza cultural), de los Cuatrocientos Cultos y de las óperas queens (una vanguardia internacional del público de ópera)…

“En Bellas Artes todo sucede. Allí, en la década de 1950, acontecen las temporadas de danza (Miguel Covarrubias, el Chamaco, director del departamento correspondiente) cuya cumbre es Zapata, con la coreografía de Guillermo Arriaga; allí se dan los estrenos de la música de Silvestre Revueltas, José Pablo Moncayo, Candelario Huízar, José Rolón, Carlos Chávez y Carlos Jiménez Mabarak… Y allí, hasta la creación del Museo de Arte Moderno, ocurren todas las exposiciones importantes, las retrospectivas de Picasso, la curaduría de Fernando Gamboa de la pintura mexicana, la internacionalización del conocimiento pictórico…

Los Murales del Palacio

“La decoración del Palacio del Estado revolucionario exige arte revolucionario, así de reiterativa es la empresa. En 1934 y 1935 se instalan en Bellas Artes los murales de Diego Rivera (El Hombre y el Cruce del Camino o El Hombre Contralor del Universo) y de José Clemente Orozco (Katharsis). El momento político es radical, así ya no se confíe en el poder de la pintura para enardecer a las masas.

“Ser elegido para depositar una obra en Bellas Artes es ingresar a la fama última. Sin que se diga y sin que haga falta decirlo, el Palacio de Bellas Artes se vuelve un museo canónico, no un espacio de ennoblecimiento (porque el artista seleccionado ya es un consagrado), sino el ámbito de gratitud que la nación eleva a sus inventores plásticos.

“En este sentido, la arquitectura del edificio no es impedimento alguno. El Palacio es imponente pero –lo afirman arquitectos, historiadores de la arquitectura y los doctores en Juicios de Simple Vista- no es ni con mucho una hazaña de lo monumental en el espacio, y por eso no molesta la falta de integración pictórica. ¿Quién busca la armonía en la Rotonda de los Murales Ilustres?…

Asamblea de Anécdotas

“En 70 años, el Palacio es testigo de acontecimientos incontables, de los muy pocos perseveran en la memoria colectiva. Apunto algunos:

“-En la sala principal debaten Rivera y Alfaro Siqueiros sobre temas de pureza política, y los escucha una legión de sindicalistas. Los dos muralistas emiten sin tregua sus argumentos. Unos periodistas le preguntan a José Clemente Orozco, espectador impávido: ¿Qué opina usted maestro? Y la respuesta disemina su elocuencia: ‘Yo pinto’…

“-El auge de la Guerra Fría convierte un velorio en profanación religiosa. Un acto (de 1954): la despedida en el vestíbulo de Bellas Artes de la pintora Frida Kahlo. En torno al ataúd se cantan rancheras, se evocan episodios entrañables de Fridita, y en un descuido de las autoridades se coloca sobre el ataúd la bandera del Partido Comunista, un signo de plebeyez subversiva que el Palacio no admite. Al día siguiente renuncia Andrés Iduarte, director del INBA…

“-En 1968, un ballet de Senegal incluye a bailarinas topless, porque así lo exige el ritual representado. Las autoridades, presionadas por el moralismo todavía imperante, les imponen brassiéres, lo que demerita la danza pero beneficia la decencia.

“-En 1996, en el velorio de Lola Beltrán, los dolientes de Bellas Artes, convencidos de su geografía sentimental, gritan: “¡A la Villa, a la Villa!”, porque la Basílica les parece un sitio más apropiado”.

Anécdota Personal: Carlos Monsiváis solía acudir en estos años al restaurante del Palacio de Bellas Artes, los domingos, a departir con amigos, comentar las noticias de cada semana y, al mismo tiempo, formar parte de las celebridades que son acosados por los asistentes a la blanca explanada para que se tome una foto con ellos.

Entre las exposiciones que más gusto le dieron a Carlo fue la reciente sobre la obra de Gabriel Figueroa a quien admiró, conoció y coleccionó buena parte de sus imágenes.

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Frida Khalo y Bellas Artes

(Proceso, No. 1598, 17-06-2007)

“Frida Kahlo”

“Con F de Celebración”

13 de junio de 2007. Se inicia la gran celebración del centenario de Frida Kahlo. En el Palacio de Bellas Artes, en medio de una sucesión de retenes y de gritos de protesta y repudio, y con la exclusión de los medios informativos, Felipe Calderón inaugura la gran exposición de Frida Kahlo y pronuncia frases marmóreas: ‘Frida Kahlo es un ejemplo para vencer la adversidad, para que todo lo que impida el desarrollo del país lo dejemos atrás y salgamos adelante’. Curiosa reflexión sobre Frida, quizá la primera en su género.

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El Zócalo

(Proceso, No. 1625, 23-12-2007).

“El Zócalo, Todo Cabe, Todos Caben”

“En el Zócalo, que la hinchazón de la megalópolis reduce día a día, se han alborozado o exaltado tlatoanis y virreyes, obispos y presidentes de la República, caudillos gobernantes de la ciudad, emperadores y plebe liberal, multitudes y turbas, tenderos del Parián y vendedores ambulantes, dictadores al mando de un ejército de medallas y visitantes ilustres, el barón de Humboldt y Charles de Gaulle, Gabriel García Márquez y John F. Kennedy, Enrico Caruso y el papa Juan Pablo II, cobradores de la línea Zócalo-San Lázaro y usuarios del Metro, radicales y granaderos, escritores y lumpen proletarios, indígenas del EZLN y partidarios de Andrés Manuel López Obrador… Ningún mexicano prescinde del Zócalo, so pena de sentirse sólo cosmopolita o ni siquiera local. No aludo a las vanidades chovinistas o nacionalistas, tan anacrónicas, o al snobismo planetario, tan resbaladizo, sino a un sentimiento más complejo, el acceso a las visiones panorámicas del pasado y a las soledades muy concurridas del presente.

“Almacén de la nostalgia, sede de las protestas y las represiones, asiento de los poderes, confederación del deterioro y los temblores remodelados de hundimiento, el Zócalo es siempre lo irrenunciable. Sí, ni modo, aunque no vayas allí estás presente. La vida laboral y familiar de la inmensa mayoría transcurre lejos de la Plaza Mayor, pero los poderes simbólicos aquí persisten y así será hasta que se produzca de modo convincente y habitable un Zócalo virtual. Hasta entonces, el Zócalo es lo que nos queda de la idea física y mítica de la nación con un Centro, es el eje que ordena los recuerdos y las esperanzas de la comunidad imaginaria y su vaivén de ambiciones, demandas legítimas, excentricidades, respetos por el orden y el desorden imperantes, tuteo psíquico con las jerarquías, querellas, evocaciones, duelos, victorias sobre el individualismo.

“Si no fuera por el Zócalo, la noción emblemática de Centro se diluiría en incontables oficinas y edificios y gestos de mando, o en el flujo de trueques que van a dar a la mar que es el e-mail. Duelo de contrastes: las instituciones se aislan de su rotundidad electrónica y el Zócalo, accesible y de usos múltiples, inspirador del gregarismo, democrático en el sentido más diáfano: aquello que, progresivamente, al admitir todos los ajetreos reales y/o simbólicos, nunca deja fuera a los espectadores o inquilinos provisionales….

“El Zócalo es, en diversos sentidos, el punto de partida de la Identidad de México, algo tan firme que no soporta las definiciones y suele inclinarse por las representaciones teatrales. Ahora, la política y las estrategias de resistencia han convertido al Zócalo en el símbolo que, de tanto ampliarse, representa y acoge a lo más vigoroso del México de masas que, viéndolo bien, sigue siendo el México por antonomasia”.

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“La Marcha del Silencio: ‘Achícale, Fox, Achícale”

(Proceso, 2005).

“El arribo de Andrés Manuel a la plancha del Zócalo es un acontecimiento, una cadena de gritos, la imposibilidad de ubicar la aguja en el pajar. Los bloques humanos se desplazan sin dar un paso. AMLO continúa su avance hacia el templete y, como sucede en toda aglomeración que se respeta, en el camino abundan los desajustes corporales, los de baja estatura reniegan de sus padres y abuelos, los flacos y los gordos intercambian aflicciones, las señoras exhiben la fiereza que es el Blitzkireg del sexo débil, el cuerpo de seguridad resguarda al líder que recién se fue, nadie capta lo que le pasa atento a los suplicios de la naturaleza comprimida. Si les dan previo aviso de la conflagración, un gran número habría tomado clases en la Academia Houdini de Desaparición de Volúmenes en el Espacio…

“El Zócalo se vacía lentamente. En otras partes la lección se aprende un tanto folclóricamente.

“-Luego de la controversia aritmética (un millón 200 mil participantes, según muchísimos, contra 120 mil subestimados por la policía federal), el 26 de abril el presidente Fox, en una ceremonia en Oaxaca, inicia su discurso: ‘Saludo con gran cariño a este millón 200 mil guanajuatenses… oaxaqueños. Perdón, perdón, perdón: doce mil, doce mil. Achícale, Fox, achícale, doce mil queridas guapas oaxaqueñas (De la página Web de la Presidencia).

Anécdota Personal: Monsiváis fue también víctima y actor del acto de Houdini de Desaparición de Volúmenes del Espacio. En uno de los mítines de la crisis poselectoral, en plena plancha del Zócalo, el cronista fue abordado por unas púberes estudiantes de secundaria. Lo acosaban porque querían tomarse fotos con él. Cuando los otros estudiantes se dieron cuenta que ahí había ‘alguien famoso’ se avalanzaron sobre la humanidad de Monsiváis. Los amigos tuvieron que pedir una ambulancia  para salvarlo del arrebato de la masa. Simuló un desmayo. Sólo así pudo salir de la plancha del Zócalo.

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Centro Histórico

Sergio Pitol, el Viajero sobre la Tierra

(Proceso, No. 1518, 04-12-2005).

1954 o 1955. En la escuela de Mascarones, todavía en funciones da una conferencia el embajador del gobierno del generalísimo Trujillo. Hay repudio, pero enunciado con la discreción de la época, dos o tres carteles, algún grito, no más. Desde una hora antes, Sergio Pitol y su gran amigo el licenciado Luis Prieto Reyes se han posesionado de los mejores sitios, con actitud esperanzada. Como llevo poco de conocerlos no entiendo lo que hacen, y por qué no protestan afuera contra la atroz dictadura. Me resigno a no comprender y me ubico en una contestataria segunda fila. Llega el embajador, vestido con lo que entonces califico de ‘excepcional elegancia’, y que hoy no sabría a qué tienda de disfraces adjudicarle el origen. Lo presentan con cautela, y en ese instante Sergio y Luis extraen unos tapones de cera que se colocan con cuidad, circunspectos Ulises. Empieza la conferencia, de título en algo semejante a ‘Las Democracias Caribeñas’, y Sergio y Luis abren sendos periódicos y se sumergen en la lectura. El embajador intenta sobreponerse a la insolencia, y recita las virtudes del Benefactor de Santo Domingo, y de su progenitora que, como la madre de Anastasio Somoza Debayle, lleva el título que he retenido durante cinco décadas: La Prestante Dama. Luis y Sergio no emiten palabra, se limitan a manejar ruidosamente los periódicos, se señalan noticias y lanzan gestos aprobatorios. El embajador, reacio al escándalo, prosigue su alabanza, y mientras los asistentes siguen con fruición el tránsito de las hojas de los periódicos. El embajador, desesperado, asegura que Santo Domingo es la democracia perfecta calumniada por los comunistas, y Sergio y Luis sacuden los diarios y me indican una noticia. Recuerdo o creo recordar mi nerviosismo y mi sonrisa de incomprensión. La sala se concentra en el estrépito monumental de los periódicos. Como puede, el enviado de Trujillo concluye su loa. Instantes después, Luis y Sergio cierran sus diarios. Aplauso cerrado a su performance. El embajador abandona la sala maldiciendo a los subversivos.

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El Angel de la Independencia

“El Angel de la Independencia como portería nacional” (Proceso, No. 1444, 04-07-2004).

“El monumento de la Independencia se quedó en el Angel”: Monsiváis.

“De acuerdo con el escritor, el arquitecto Antonio Rivas Mercado, autor del proyecto, no se propuso regalarle un símbolo a la Ciudad de México, ‘símbolo extraído de muchos similares, sino celebrar la nueva simbología’.

‘Simbología donde los héroes con el cura Miguel Hidalgo a la cabeza, se encuentran en la base, mientras en las alturas, un ángel de sexo indefinido representa la fuerza del espíritu’, añadió.

(El Universal, 14 septiembre 2008).

Anécdota Personal: En 2003, en vísperas de la invasión de Estados Unidos a Irak, Monsiváis participó junto con el obispo emérito de San Cristóbal, Samuel Ruiz, en un mitin de protesta en la explanada del Angel de la Independencia. Los pacifistas, altermundistas, radical chics y también los militantes de siempre en contra del imperialismo se dieron cita en este sitio que desde entonces se ha convertido también en un emblema de la disidencia globalizada.

El comentario de Monsiváis fue: “El Angel ya no será sólo de los Amigos de Fox ni del Voto Util sino un símbolo también en contra del exceso imperialista”.

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Museo Nacional de Antropología

“Tres Aproximaciones a la Cultura (Si ésta deja)”

(Revista Nexos, No. 362, Febrero 2008).

“Apenas en 1960 empieza el cambio en la sociedad que no se admite racista pero que lo es profundamente. Se inaugura el Museo Nacional de Antropología y se extiende el orgullo por el pasado prehispánico. Una cosa por otra: si los indios de hoy son invisibles, el pasado indígena deslumbra”.

Anécdota Personal: Una de las exposiciones temporales en el Museo Nacional de Antropología  que más ha impresionado a Carlos Monsiváis fue la reciente muestra de los faraones, de Egipto. Al observar la enorme fila de un domingo capitalino que buscaba entrar al Mueso, comentó: “Esto es histórico. Es fantástico el interés de tantos jóvenes en un museo que estaba reservado sólo para los turistas”.

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Ciudad Universitaria y Ciudad de México

“Cuatro Versiones de Autonomía Universitaria”

(Revista Letras Libres, Noviembre 2004).

“La fecha del cambio drástico: 1954. Al desplazarse las facultades de la UNAM del Centro, todavía no histórico, a Ciudad Universitaria, se modifican radicalmente las ideas y las prácticas de lo universitario. Es muy suave o pasa inadvertido el desarraigo de la tradición (salir del escenario tan densamente histórico apresura el olvido de los modos de ser correspondientes) y, complementariamente, la noción del campus remite por fuerza al nuevo tótem, la modernidad, el método para sentirse liberado de compromisos con un pasado que se deja ver aburrido, hostil, condenatorio”.

“Es la Hora de CU”

(Proceso No. 1601, 08-07-2007).

“Es 1954, el primer año de funcionamiento real de Ciudad Universitaria de la UNAM. Excavo en mi recuerdo, me detengo en el alborozo por el debut de las instalaciones y extraigo el dato complementario: las construcciones se inician en 1949, y en 1952, en la premura del autohomenaje presidencial, se inaugura simbólicamente la Ciudad Universitaria…

“Cuando llegué por primera vez a CU, y esto es obvio, no me vi sujeto a inmersión alguna en espacios simbólicos, y lo que vi me llevó al instante a las impresiones de grandeza, asunto de orgullo nacional desde luego (no había idioma internacional entonces), pero –supongo- ya ajeno a la tradición. Eso imagino ahora: el campus, su vastedad, su ‘aroma de estreno’, disipaba los vínculos estrictos con las generaciones precedentes, visuales por lo común. Los que tenían que ver con una idea del país originado en el Centro…

“A principios de la década de 1950 en la etapa de la construcción de Ciudad Universitaria, yo estudiaba el bachillerato en el Centro, hoy Centro Histórico, y me sentía integrado a lo que México había sido y estaba siendo. En el Centro todo era ya espacio simbólico: los edificios virreinales, los neoclásicos, las propuestas del abandono y del deterioro (esos ‘arquitectos traicioneros’ de los Centros Históricos, esos asesinos seriales del aspecto urbano), y también lo legalizado por las costumbres, que le adjudican a la mirada el papel de la resignación. Y el viaje hasta el Pedregal desataba toda suerte de profecías ominosas o, las más de las veces, optimistas…

“En 1950 el proyecto de CU se le encarga a Mario Pani y Enrique del Moral que antes, unidos o cada uno por su lado, han creado una parte significativa de la arquitectura del momento, edificios de formas sencillas y tajantes alejadas de los intentos sectoriales de la Ciudad de Dios virreinal, de la Ciudad Dizque Aristocrática del neoclásico, de la Ciudad de los Poderes de la Revolución Mexicana… El grupo de 60 arquitectos y otros tantos ingenieros que participan en la creación de CU sustenta la utopía que en la dimensión urbana de México sólo puede alojarse –donde del centralismo- en la Ciudad de México. Y ya lo escribió Hermann Broch: ‘La característica esencial de un periodo sólo puede deducir comúnmente sus fachadas arquitectónicas’”.

“Una ciudad legible sería aquella cuyos distritos o sitios históricos o avenidas son fácilmente identificables y pueden agruparse sin problemas en un patrón omnicomprensivo” (cita a Lynch, The Image of the City).

“Tan extraño como se avizore, durante la primera mitad del siglo XX los habitantes de la Ciudad de México tienen la impresión de vivir en un ámbito que es un todo coherente, hosco e injusto pero todavía humanizado en algo fundamental. Esta visión bien intencionada afecta incluso a los provincianos, deslumbrados y confundidos bajo sensaciones de hostigamiento. Y la diversidad de sitios, la orgía de autoconstrucción, la irracionalidad de la traza urbana, la ausencia de cultura arquitectónica, el entronizamiento del kitsch más vulgar, no bastan para eliminar el gusto por las partes todavía bellas en colonias como la Roma, Coyoacán, San Angel y la San Rafael, todo lo que configura ‘lo rescatable’ de la ciudad…

“Es la hora de Ciudad Universitaria. A escala, sin pretensiones feudales, limitada a la educación superior pero acaparando allí el futuro reconocible del país, CU se vuelve la imagen organizada de un futuro donde –cito el lema de la UNAM- por la raza habla el espíritu, es decir, por la nación cobriza, indígena, mestiza, habla el sector educado, el representante certificado del espíritu. No obstante lo anterior, Ciudad Universitaria ofrece un esquema integrado del país, uno de los poquísimos a la disposición, exactamente cuando la corrupción, la represión, el tributo al caos y el relajo que el capitalismo salvaje prodiga, aseguran la rentabilidad del tumulto. La coherencia social es enemiga del ‘háganlocomo puedan’ que rige en zonas residenciales y colonias populares…

“Si existe la arquitectura democrática, y es posible que sí puesto que tanto se han mencionado a la arquitectura autoritaria, a las teorías y a las destrezas de Albert Speer, CU es ‘arquitectura democrática’ en el sentido de no crear barreras y no imponer la grandeza y la majestuosidad como criterios de la observación. Dos edificios extraordinarios del conjunto, la Biblioteca Central, esa maravilla de Juan O’ Gorman, y la Torre de Rectoría, de Pani y Del Moral, con todo y el no muy convincente experimento de Alfaro Siqueiros, no imponen dogmáticamente su presencia. La distribución del espacio, la amplitud del campus, el método que le concede a los edificios a la individualidad posible, las decenas de miles de estudiantes que recorren CU, establecen su alegato: si esa modernidad fuese autoritaria no habríamos salido en lo psicológico de la arquitectura oficial. El traslado a Ciudad Universitaria y la idea misma de su ejecución indican que no obstante el patrocinio de un gobierno hipócrita y ferozmente autoritario, Ciudad Universitaria consistió y consiste con sencillez, en otra noción del paisaje urbano, otro ejercicio de las vivencias arquitectónicas, que canjea el navegar por las calles por el deambular en una atmósfera que va de la arquitectura al aprendizaje, y de regreso.

“Si Ciudad Universitaria ha significado tanto ha sido, en lo básico, porque su espacio real y simbólico, sin alegar expedientes de eternidad, se ha defendido por su cuenta y riesgo”.

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La Megalópolis

Notas sobre la Violencia Urbana

(Letras Libres, Mayo de 1999).

“3. Las megalópolis ( y, con todo y zonas conurbadas, la Ciudad de México recibe la presión diaria de más de veinte millones de seres) generan presiones devastadoras, para empezar, sobre los sectores populares. Más del 70 por ciento de los delitos en la Ciudad de México ocurren en sectores pobres, no obstante el precario botín a la disposición… Hay barrios que son refugio de ladrones de automóviles o de asaltantes; hay sectores en donde la delincuencia es –sin sermones de por medio- un capítulo más, donde siempre hay oportunidades de empleo; hay entrenamiento del delito como patrimonio familiar; se afirma la feminización del delito, resultado inevitable de la distribución de tareas y la pérdida del ‘sentido de fragilidad’ de numerosas mujeres; se produce el cambio de las artesanías del robo a las macroindustrias del despojo. Una gran ciudad da para todo…

“Para todo efecto práctico, Texcoco es urbano. Conurbado a la Ciudad de México, también lo sojuzgan la televisión, la radio, los videocasetes y los sistemas informativos y educativos de la megalópolis. Y la falta cometida –robo de llantas- no explica tal rabia, similar a la producida por asesinatos o violaciones de mujeres. Por eso, y no obstante sus semejanzas con hechos semejantes en zonas rurales, y el origen idéntico del linchamiento (sustituir con furia popular la ausencia de justicia), la violencia de Texcoco es fenómeno urbano. La turba no se inmuta ante la presencia de fotógrafos, se atiene a la gran valía de un automóvil (la propiedad más entrañable después de la casa), considera su acción una prerrogativa de la sociedad civil (ya con ese término) y ve en el crimen por razón del despojo a un nuevo requisito de la comunidad. Otro ejemplo menor y revelador: en 1995, en el Centro Histórico, en la calle de San Ildefonso y aledañas, se produce un zafarrancho. Un automovilista atropella sin mayores consecuencias a un niño de cuatro años de edad. Reunida en un instante, la multitud propone lincharlo, unos policías lo protegen y el resultado es contraproducente: los que van al rescate se salvan de ser linchados sólo por la llegada de refuerzos…

“Si a eso se añade la feudalización de la ciudad, las zonas hurtadas al simple patrullaje policiaco, el caciquismo en gremios y colonias populares, se entiende la feroz  resistencia a lo que intenta pasar por ‘orden’. El axioma de los que se arman es vibrante: ‘Si la justicia es injusta y corrupta, nos toca a nosotros enderezarla; si el gobierno es la más poderosa de las bandas en activo, y es fundamentalmente eso, tenemos derecho a resistir’. El derrumbe de la creencia en la aplicación de la justicia explica escenas antes impensables: las batallas campales entre policías y vendedores ambulantes, entre granaderos y vendedores ilegales, entre policías y vecinos. No hay guerra civil, pero sí partición territorial a la fuerza. Al darse por muy irregular el estado de derecho, se rehabilitan las comunidades delincuenciales o vecinales, en escenas cuyo antecedente remoto se encontraría en John Gray (La Opera del Mendigo) y Bertolt Brecha (La Opera de los Tres Centavos)….

“Como sea, y pesa a sus dimensiones, la Ciudad de México, todavía no comparte rasgos de las megalópolis: desprecio encarnizado por los marginales, abandono de toda consideración por los improductivos, rechazo a los viejos, desintegración programada de la familia. Y esto atenúa la furia y los delirios alimentados por el acoso y la invisibilidad social.

“Sin embargo, esto se va modificando. Doy ejemplos: en 1997 un policía recién cesado de la corporación entra al Metro La Raza y, sin motivo específico, descarga su revólver, matando a dos  personas e hiriendo a otras tres. Al ser capturado nada más atina a decir: ‘Tenía mucho coraje, por eso lo hice’”.

Del Cultivo del Alma en los Embotellamientos

(Revista Nexos, No. 337. Enero de 2006).

“El fenómeno del tráfico a todas horas no es reciente, pero las marchas lo han convertido en un ámbito filosófico, por así decirlo. Los noticieros informan de las avenidas transitables, de los encajonamientos donde las horas transcurren siempre en contra de sus usuarios, y el Tiempo, casi literalmente, es el padre Cronos que devora a sus hijos porque se dejaron atrapar por la industria automotriz.

“Cada causa tiene o debe tener sus demandas legítimas, pero los hundidos en la inmovilidad no entienden de movimientos ajenos a su deseo (legítimo) de llegar a su destino, que se les vuelve inalcanzable, interminable, difuso…

“Una ventaja de los embotellamientos de brío es la ausencia de salidas. Antes se equiparaba a los embotellamientos con trampas, pero esa comparación es muy obvia. No –y aquí el pasajero divaga y enloquece-, son algo más, el ensayo de la jubilación postrera de todos los vehículos, la civilización convertida en antesala, la aceleración que al cabo de las horas nos acerca a la siguiente esquina…

‘Me oí en el Periférico las nueve sinfonías de Beethoven, completas. ¿Te digo lo que sentí? Que el verdadero tiempo libre es el de los embotellamientos’.

“De manera penosa, las libertades políticas y sociales y la historia de los automovilistas se contradicen. El embotellamiento es una institución de la paciencia, o quizá un humilde aprendizaje del uso de las sensaciones en la posvida, al punto de que ya en algunas de las arterias más congestionadas se piensa instalar confesionarios, venta de libros, casetes y atención especial a enfermos nerviosos.

“También se propone, y no parece tan mala idea, inscripciones mensuales para cursos de Historia del Arte, Historia de México, Historia Universal. El Periférico sería un lugar ideal para esto. Hay tiempo de sobra y, si se instalan microcomputadoras en cada automóvil, se podría chatear…

“Las manifestaciones se suceden, entre querellas sobre los vínculos entre inversión térmica y la libertad de expresión, y en una semana cualquiera, por ejemplo, los grupos se apoderan de un trecho del Periférico, o sojuzgan el Paseo de la Reforma, o la calzada de Tlalpan o Cuauhtémoc o avanzan hacia el Zócalo, trabajadores que protestan por la destrucción de su sindicato, colonos que reclaman dotación de servicios, grupos de Tabasco o de Oaxaca o de Guerrero que reclaman por el despojo de tierras, madres de familia que se oponen a la carestía o a una gasolinera en la colonia, grupos de deudores que condenan la usura bancaria…

“Las marchas se han integrado al horizonte urbano, de modo fatídico según los que las padecen y no siempre alegre de acuerdo a los propios manifestantes”.

“De las Tradiciones de la Derecha y de la Izquierda”

(Proceso, No. 1444, 4-07-2004).

“A principios del siglo XXI, la Ciudad de México vive otra de sus crisis de confianza en el porvenir, que mezcla el oscurecimiento de las expectativas con los planes de vacaciones de fin de año y que acentúa la controversia sobre la ideología urbana. ¿Qué prevalece? ¿El profundo componente popular del pesimismo optimista o los temblores del conservadurismo?… Al tradicionalismo le toca la parte de la Ciudad que multiplica sus prohibiciones, hostigamientos y redadas y que, desde hace medio siglo, ha perdido una a una sus batallas culturales, tales como lo ejemplifica la insistencia del regente Ernesto P. Uruchurtu, que ve en la ciudad un orfelinato del sueño tempranero, y que a pesar suyo termina auspiciando los insomnios clandestinos.

“La capital también es desfile de las facciones, los grupos, las tendencias, los partidos… Aquí se da el acontecimiento más importante de la segunda mitad del siglo XX mexicano, el movimiento estudiantil del 68, con su despliegue de heroísmos, movilizaciones, sacrificios ya resonantes en la democracia de hoy y que serán tanto más fructíferos si la Fiscalía Especial para los Delitos del Pasado y el gobierno federal cumplen su parte. Aquí, por primera vez, la sociedad comienza a dialogar con su racismo, tan grotesco y taimado, y eso explica las grandes marchas en pro de los derechos indígenas y, en marzo de 2001, la llegada apoteósica al Zócalo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el discurso de Marcos en pro de la inclusión. Ya lo dijo en 1999 en Cuicuilco un dirigente purépecha: somos iguales porque somos diferentes.

“La ciudad, aún hoy, es el centro de la enseñanza media y superior y de la investigación científica y humanística, es la sede de la mayor concentración de lectores y bibliotecas, y es el espacio por excelencia del imaginario cultural. Ciudad de lo diverso y lo múltiple, donde el avance de las teorías y las causas del feminismo le han ganado de modo creciente territorios al patriarcado, y donde la variedad de tribus urbanas y su pasarela de vestimentas, tatuajes, camisetas, caballeras, modos de vida, ratifica el avance de la redefinición de la sociedad, de lo homogéneo a lo muy heterogéneo.

“En el Metro, en cualquier instante, se congregan el pasado del tianguis y el porvenir de los replicantes, de los punks, de los darketos, de los rastas, los inclasificables. Hace unos días, más de 100 mil personas, fundamentalmente jóvenes, han celebrado la Marcha del Orgullo Lésbico-Gay, señalando a la diversidad, legal y legítima, como un signo irrenunciable de la urbe…

“¿Cuáles son los fenómenos que unifican a la Ciudad de México y, sin borrarlas ni disminuirlas, hacen a un lado en momentos climáticos a las ideologías? Localizo cuatro: la fe en la continuidad de la megalópolis (el milagro de que funcione todavía lo que ya tocó su techo histórico); la solidaridad probada con vigor en los días del terremoto del 85; el futbol (el Angel de la Independencia como portería nacional), y, ahora, la decisión de trascender el miedo y oponerse en compañía a los asaltos y secuestros…

“En la crisis, la Ciudad de México vive un proyecto de reconstrucción psicológica, cultural y política. Una marcha no hace verano, pero la lucha por el destino de la urbe sí”.

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El Terremoto

“Notas sobre el Vigésimo Aniversario del Sismo”

(Proceso, No. 1507, 18-09-2005).

“Y tus templos, palacios y torres/ se derrumben con hórrido estruendo”, decía el Himno Nacional antes de que lo recortaran. En la capital, los servicios públicos vienen a menos, sobre todo en las zonas más afectadas por el terremoto (palabra tan drástica que la mayoría prefiere sismo o recurre al clásico temblor). Hay crisis de agua potable, luz, transporte público, y quedan cerradas las vialidades principales de la Zona Centro. De hecho, por un tiempo breve que la angustia eterniza, en la Ciudad de México, sin televisión con el sistema telefónico semiparalizado, con cerca de 30 mil viviendas destruidas en su totalidad y otras 70 mil con daños considerables, se escenifica la soledad de las multitudes entre las ruinas.

“Entre los 400 inmuebles destruidos se cuentan los hospitales Juárez y General Multifamiliar Juárez, parte del Centro Médico, parte de la SCOP, el edificio Nuevo León en Tlatelolco, el hotel Regis, muchos edificios de departamentos. Se quedan sin luz más de 1 millón 200 mil personas y hay 32 estaciones del Metro afectadas (seis de la Línea 1; 14 de la Línea 2; dos de la Línea 3; 10 de la línea 4). Se dañan el drenaje y más de 516 mil metros cuadrados de la carpeta asfáltica; hay averías en la red de agua potable, fracturas y fugas…

“La derrota del PRI en la Ciudad de México se decide en los días del terremoto. Si se aceptaba la victoria perenne del gobierno en las elecciones (llamémosla así para amueblar democráticamente el pasado) era por falta de alternativas, pero las acciones de la sociedad civil en 1985 crean la alternativa que, aún sin ejercerse políticamente como tal, vence con facilidad el gobierno. El PRI pierde su infalibilidad en materia de extinción de alternativas, y por eso en 1988 el Frente Democrático Nacional arrasa en la Ciudad de México, y por eso Carlos Salinas y Manuel Camacho al ‘recuperar’ el DF quieren dejar claro otra vez el dogma: en efecto, para ustedes nosotros no somos alternativa pero vean bien: no tienen otra. Sus líderes se venden y el clientelismo funciona porque todavía, esencialmente, no hay ciudadanos, y los desposeídos tienen tan poco que lo que se les dé los somete.

“Y en la Ciudad de México esa ilusión de control dura parcialmente hasta 1994 y se pulveriza en 1997. Por desgracia, un número amplio de líderes perredistas no aprenden la lección o la aprenden demasiado bien: si su política deja de ser clientelar, calculan, tendrán que sacarse el carisma en una rifa”.

7 Respuestas a “Monsiváis y la Ciudad de México.

  1. Marisa Fernández

    No he dejado de pensar cómo haría Monsivais la crónica de su propio velorio ante la contradicción entre el HOMENAJE de sus amigos y el pueblo y el homenaje de los poderosos, precisamente en Bellas Artes.

    • Hola Marisa, seguramente su crónica sería mucho más jocosa e irónica de lo que imaginamos. Me quedo con el maravilloso grito del final, en Bellas Artes: «¡Es un honor, estar con Monsiváis!». El diría: «Es un horror…

  2. María Raquel Muñoz Pérez

    Inigualable cronista, crítico mordaz y sarcástico que no dejaba títere con cabeza. Yo fuí una de las más de 18,00o personas que posamos desnudas para Tunik en la plancha del zócalo un domingo de mayo de 2007 y ahora recuerdo con nostalgia haber visto y saludado a Carlos un rato después de terminada la sesión cuando mi esposo y yo nos encaminamos por las calles del centro a buscar unos tamales y atole para calmar nuestra hambre mañanera. Le preguntamos si él había participado en tal encuentro y nos dijo que no, que el había asistido como observador. Me gustaría que publicaran en el blog, si es que Monsi la escribió, la crónica de ese momento.

    • Estimada María Raquenel, la crónica completa de la exposición de Tunik está en el libro Apokalipstick, voy a tratar de compartirla en este blog. Un fuerte abrazo.

  3. Supongo, espero, anhelo juntando los ahorritos, que en un futuro mediato Monsi se convertirá en la figura que desempolvará la institución de las «Obras completas». Imaginar la vastedad de la obra de Monsiváis es sencillamente pensar en el Libro de Arena de nuestros tiempos y nuestra cultura. Jenaro, tienes que formar parte de esa labor titánica de recopilación, ordenación y clasificación de lo cuasi inclasificable; la chamba (el reto) es poco menos que escalofriante, pero todos lo agradeceremos.
    Un abrazo grande y gracias por tu trabajo

  4. Pingback: Monsiváis: Las Seis Vidas del Gato (Primera Parte) | Los Etcéteras

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